«Hola, soy Hannah. Hannah Baker. Ponte cómodo, porque estoy a punto de contarte la historia de mi vida. Específicamente, por qué mi vida acabó. Y si estás escuchando esta grabación, eres una de la razones». Es la escalofriante advertencia de una chica muerta, y la protagonista de Por 13 razones.
El mensaje
aparece grabado en una cinta de casete y es Clay Jensen quien lo escucha. Él,
como la mayoría de compañeros de Hannah, se pregunta por qué una chica como
ella querría suicidarse. Un enigma que suele quedar sin respuesta, pero no en
este caso. Hannah ha dejado instrucciones y una narración que explica, a lo
largo de trece cintas, sus motivos. Cada historia tiene un protagonista: otros
chicos de su clase, que ya han escuchado la grabación y cuyos secretos irán
saliendo a la luz. Pero ahora es el turno de Clay, quien recorrerá la ciudad
guiado por la voz de Hannah, hasta descubrir su propia implicación en la muerte.
Con este
planteamiento arranca Por 13 razones
que, en poco tiempo, se ha convertido en el producto estrella de Netflix, llegando a registrar más de 3,5
millones de tuits la semana de su estreno.
Los motivos de su repercusión empiezan por el apadrinamiento de Selena
Gomez, productora ejecutiva de la serie. La actriz y cantante es la reina
indiscutible de las redes sociales, solo su cuenta de Instagram congrega 117 millones de seguidores. Un vídeo en su perfil
bastó para iniciar el estallido mediático. Pero no ha sido este vínculo el
único responsable de su vertiginosa fama.
La serie es
capaz de mantener el interés por sí misma, dejando al espectador en vilo y con
ganas de más tras cada episodio. Descubrir los misterios del Liberty High se ha vuelto adictivo. Un instituto
donde los primeros besos se entremezclan con los rumores y las fiestas con el
deseo de encajar. Sensaciones identificables pero actualizadas por internet y
las nuevas tecnologías, donde las redes sociales demostrarán ser un arma de
doble filo: con capacidad de acercar y condenar al mismo tiempo.
El origen fue un best seller
Por 13 razones es la adaptación de un libro de Jay Asher, que alcanzaría el
primer puesto en las listas de ventas de The
New York Times de 2007. El éxito pillaría
al autor por sorpresa. Su aspiración en aquel momento era que la historia
pudiese llegar a una sola persona, que alguien le dijese que aquel era su libro
favorito, pero jamás pensó en conseguir un público tan amplio.
La idea de las
cintas se le ocurriría después de visitar una exposición en las Vegas sobre la
tumba de King Tut. El recorrido
incluía un audio-tour que guiaba al visitante a través de la muestra y a Asher
le pareció un modo interesante de estructurar una novela. Aquello quedaría en
un mero apunte, una idea en la que trabajar en el futuro y pasarían varios años
hasta volviese a retomarla. Sería a raíz de sufrir el suicidio de un pariente
cercano −alguien de la misma edad de Hannah− cuando volvería a ella. Aquel
suceso repentino e inesperado para todos, dejaría un gran impacto en el
escritor. “Entonces tuve la estructura y
el tema”, explicaría en una entrevista para Teen Vogue.
“Ocurrió un día mientras iba conduciendo.
Inmediatamente sentí que ésa era la mejor manera de contar una historia así. De
esta forma tienes su perspectiva, sus palabras, pero también el punto de vista
de alguien que la conoció”.
Y la fórmula funcionó. Pero para Asher, el éxito de esta obra esconde una cara
amarga: “No creo que el libro se hubiera
vendido tanto si estos temas no siguiesen siendo tabú”. Arrojar algo de luz
en un asunto que está lejos de ser anecdótico es uno de los propósitos de Por 13 razones.