Solvento mis problemas cortándome
el pelo o, mejor dicho, me lo tomo como el punto de partida para los grandes
cambios que acontecerán. En momentos críticos, post ruptura, al terminar un
curso o al empezar otro. Me gustaría decir que también en la transición entre empleos
pero no he tenido la suerte de ser contratada legalmente. Por cierto, mañana
tengo una cita con el Servicio Canario de Empleo quienes me llamaron, desatando
mis esperanzas e ilusiones momentáneamente, para escupirlas y pisotearlas en el
suelo al descubrir que se van a limitar a preguntarme si sé hacer un currículum
y buscar ofertas en internet. Porque igual el problema es mío, que tengo
muñones por manos y pienso que los ordenadores son cosa del demonio. Supongo
que así justifican sus sueldos (conseguirte trabajo no entra dentro de sus
competencias) y alguna que otra subvención europea: estamos ayudando a los
parados, les hacemos venir a las Torres, que tienen un entorno mucho más bonito
que la oficina de empleo y así salen de casa y fingen ser glamurosos de camino
a “su oficina”, en el centro de la ciudad. Ay qué bien lo voy a pasar.
Tratar con administraciones
siempre te alegra el día… (fin de la ironía).Te aferras a la idea de que son
tópicos, que la mala fama no tiene fundamento pero casi siempre que vengo de relacionarme
con alguno, se me hace más y más difícil creer que el mundo es un lugar justo (¿por
qué ese señor tiene empleo y yo no?) y que todos esos artículos colados en las
leyes que me estudio tipo “por el interés general”, “al servicio del público” o
“tratar con esmerada deferencia” son eso, literatura y papel, papel mojado.
Porque sí, intento ser funcionaria. Chan chaaaaan. ¿Inesperado? Bueno, maticemos.
No aspiro a ser una funcionaria al uso, llamadme crédula o soñadora, pero me gustaría
ser una de esas que atienden a la gente con ganas, no arrastrando mi tedio por su
cara con mano boba y sudada porque, no sé, igual es una locura, pero siempre me
ha parecido que el malhumor y la desgana agotan mucho más que el intentar hacer
las cosas bien. Qué cansado es estar siempre a la defensiva o, peor, no
haciendo nada. Sí, sé que trabajar de cara el público te enfrenta a diario con
fauna humana despreciable pero mi política será partir del respeto y las buenas
formas, si luego veo que estoy tratando con un infrahumano, pues ya adoptaré una
pose de descerebre amébico y me haré la tonta con un hilillo de baba decorando hasta
conducirlos a la desesperación y la locura; pero no antes, por favor,
mantengamos la presunción de inocencia. Al menos eso es lo que me habría
gustado encontrarme a mi cuando he necesitado información y se han limitado a
resoplar que “ni idea, búscalo en el BOE; ¡siguiente!”. Con lo amenos que son
estos boletines de leer, qué considerados son estos empleados que reservan para
nosotros (en exclusiva, todo vuestro; no, gracias, de verdad, para ti entero)
el goce de adentrarnos en estos textos únicos, atractivos, con los que el
tiempo pasa volando. Ojalá no existieran los libros, ¡ojalá todo fuesen
boletines! Con sus órdenes, sus resoluciones y, oh sí, sus montones de anexos.
Un BOE, un BOC, un BOP, ¡tantos donde elegir! Asemejemos la vida al boletín:
blanco sobre negro, estandarización de formato y bloques y más bloques de
texto, chiquititos, con cursivas. ¿Disposición transitoria? ¡Por dios, sí! ¿Y una
adicional? ¡Dame más, boletín! Oh boletín, ¡te amo!
Enajenación aparte, ya
cojo los boletines como si fuesen el Diez minutos o el Hola; al principio se me
hacían cuesta arriba pero una vez memorizada la Ley 30/92, todo lo demás son
vacaciones. Legisladores anónimos, lo reconozco: al final me ha gustado
estudiar esto. Obviamente estoy harta de releer lo mismo cíclicamente por culpa
de unas oposiciones que no terminan por tener lugar pero sacudiendo esa capa de
monotonía y anacronismo resulta que, sorpresa, es interesante. Conocer tus
derechos te da una especie de soltura ante la vida bastante reconfortante,
igual sigues siendo pobre pero sientes que tienes una visión más amplia del
mundo. Aprender, investigar, todo eso es bueno, da sentido. Sí, desencanta ver
como quien hace la ley, hace la trampa (estrictamente y no sólo como refranero)
pero es mejor ser consciente de que la Ley de transparencia (por ejemplo) es un
bluf, a que te engañen pensando que de verdad están mejorando por ti. Igual a
corto plazo estás en la misma situación del iluso que vive en la ignorancia
pero, a la larga, tu posición es mejor. O por lo menos yo soy partidaria de que
no me tomen el pelo y si la realidad es asquerosa, prefiero vivir en ella para
poder actuar en consecuencia, antes que mantenerme en la inopia, perdida entre
los cebos que me lanzan para manipularme.
Que se crea otro que han
subido las pensiones y el sueldo mínimo sin ahondar si ese porcentaje equivale
a dos euros más al mes solamente. O que se trague otro que ha descendido el
número de parados sin contar que parten de una base que no tiene en cuenta a
los emigrados, a los que ya han tirado la toalla y pasan de apuntarse como
demandantes de empleo o a los que han dado de baja por estar haciendo un curso
(el colmo del falseo). De ahí mi insistencia en seguir actualizando el darde,
no porque crea que me vayan a resolver la vida, sino porque me niego a que mi
baja les sirva de excusa para llenarse la boca con un “estamos saliendo de la
crisis”. A mi costa no va a ser. Y puede parecer que es como darse de cabezazos
contra la pared, a fin de cuentas, van a seguir lanzando este mensaje y
tratando de engañarnos, y el vecino caerá y nos los comentará en el ascensor
para inundarnos de frustración. Está claro que el ideal es que todos nos
formemos, ése sería el principio, pero mira, mientas tanto prediquemos en el
ejemplo y tiremos de frase impresa en sobre de azucarillo: atrevámonos a ser el
cambio que queremos ver en el mundo. Pero eso sí, cortémonos el pelo antes. Porque
unas tijeras cierran un ciclo y abren otro, según la galletita de la fortuna
que me he inventado. Es tonto pero todo lo que sirva para dar impulso y renovar
actitud, será bienvenido :) Así que, peluqueros, sed buenos conmigo, que me
estoy quedando sin balas.
Aunque toque enfrentarse a ese fatídico momento. |