martes, 31 de mayo de 2016

los ripped jeans y crop tops se nos están yendo de las manos

Cuando empezaron a subir la cintura de los vaqueros, me alegré. Tras vivir una adolescencia sometida a los pantalones culeros por los que asomaba media raja (o peor, el tanga fluorescente), herencia de la Britney Spears del momento, conseguir al fin unos vaqueros que no implicasen maniobras al sentarse, fue un alivio. Sin obviar el efecto favorecedor. Las caderas libres y las barrigas al viento son compatibles con la extrema delgadez o los abdominales de gimnasio, así que muy pocas salimos ganando con el talle bajo.


britney spears, slave, braga, tanga
Al menos lo de llevar la braga encima del pantalón no pasó del videoclip



Hasta que un día, de pronto, lo subieron. Y volvieron a subirlo más. Y más. Ya no sólo contenían la cadera sino que ascendían hasta la cintura. Para compensar, los señores de Inditex lanzaron los crop tops, unas camisetitas cortas que dejaban constancia del tiro alto. Una buena idea en principio ya que, en conjunto, no combinaban mal (más fácil que meterse medio metro de tela por dentro). Hasta que la evolución del recorte los llevó a alcanzar la proporción del sujetador: pantalones sobaqueros y blusas de cinco centímetros.




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Todo en la percha queda muy mono


Los nuevos vaqueros enmarcaban barrigas, pronunciando falsos embarazos que quedaban a la luz con aquellos tops microscópicos que, pese a ahorrar tela, no reducían su precio. Para rematar, los llenaron de agujeros, volviéndolos incombinables con el sujetador (o al menos, con la exposición de éste). Además de dar lugar a la incoherencia, como cuando en pleno invierno los sacaron en versión manga larga con cuello vuelto, pero las chichas lustrosamente a la intemperie.

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Ah y los pantalones también. Los vaqueros con rotos pasaron del rasgado sutil en la rodilla, al “corte plaga” de: tengo polillas en casa y me parece super cool. Eso o he tenido una cita con Freddy Krueger. O me ha atacado una jauría de perros. O he sobrevivido a diez vueltas de campana con caída, cuneta bajo. O vengo de escapar de los brazos de un grupo de zombies, que me han rechupeteado-afiladamente las piernas, mientras reptaba para no convertirme en uno de ellos. Vamos, todo catastrófico y muy de dar explicaciones.


Y pensar que antaño una cosa así iría directamente a la basura...

¿Cómo si no, vas a amortizar tu tatuaje del culo?

¿En serio?

Igual en Kendall Jenner no dan tanto miedo pero al común de los mortales le queda más bien así:




En su momento aluciné al ver como chicas que solían llevar los vaqueros mostrando media ingle, pasaban con soltura y sin miramientos, a los pantalones que arrestaban toda la cadera. ¿Es que acaso lo único que importa es que los lleve un maniquí del Bershka? ¿Y tu criterio? ¿Y tu gusto? Las preferencias no pueden ser tan volubles y la ausencia de juicio tan abrumadoramente contagiosa. Llevo años escuchando el mensaje de que “la moda refleja tu personalidad” (seguro que los del Zara la han impreso ya en una camiseta), imagino que tal mantra aboga por la ciclotimia o el trastorno de identidad disociativo. “Mi ropa dice quién soy”. Claro, una oveja sin discernimiento que avanza feliz hacia el precipicio que le han señalado.

Y si pensabas que ya no podía empeorar (pobre inocente), entérate del nuevo suplicio: los cropped jeans. Parece un pantalón normal pero cuando te lo pruebas, ves que llevas los tobillos al aire, y no es una cuestión de talla. Es como si en su estiramiento hacia la cintura, no pudiera dar más de sí la paradoja y hubiera que añadir un nuevo corte. Ahora lucir las canillas no es sinónimo de haber dado el estirón o de heredar un pantalón de una hermana que no llevaba tu ritmo de crecimiento. Significa, simple y llanamente, que vuelves a pasar por el aro de los diseñadores malignos que, por falta de inventiva, han optado por reírse de nosotros y ponernos a prueba, a ver cuánto somos capaces de tragar.

Lo cierto es, que cuesta no caer cuando toda la ropa se unifica y repite patrones. Buscas y rebuscas pero no hay escapatoria. Conseguir un vaquero que encaje con tus aspiraciones parece más complicado que toparte con el hombre de tu vida al salir del supermercado. Quiero que tenga un largo que me cubra toda la pierna; que no tenga rotos, rasgados ni desteñidos; que me tape el culo pero sin llegar a tocar teta; que no me oprima el gemelo y permita la circulación sanguínea en general; y ya, si puede irme bien tanto de cadera como de cintura, evitándome tomar decisiones de Sophie, me caso con él. 


¿Existes? ¿Te conoceré algún día? Ven.

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