… O el amor en Canarias. No
sé cómo será en otros mundos pero fantaseo con la idea de que los amantes
potenciales, más allá de estas islas, no comparten ningún nexo de unión con tus
familiares, vecinos, amigos o, peor aún, con tus amantes pasados y/o futuros.
Donde cada relación es un nuevo comienzo sin reencuentros fortuitos en bodas u
otras ocasiones de mayor atragantamiento. Ya dejamos un feo historial de
relaciones pasadas esparcido por nuestras webs-cadáveres que se reemplazan como
para, además, tener que encontrarlas en el mundo real, una y otra vez, como un
combinado de El día de la marmota y El diario de Patricia: sabes que ir es
una mala idea pero estás condenado a repetir apariciones.
Según la teoría de seis
grados de separación, cualquier persona del
planeta puede estar conectada a otra a través de una sucesión de conocidos que
no tiene más de cinco intermediarios. También se le llama número Bacon, en base al experimento que tomó a Kevin Bacon como
referencia para unirlo al resto de actores que aparecen en la base de datos de IMBD
(Internet Movie Data Base), donde se descubrió que el número de saltos no suele ser mayor de 6 ó 7 (entre
los más de 700.000 existentes). Uno se queda perplejo y ansioso, especialmente
al tantear las posibilidades de acercamiento con ídolos y celebridades, pues
todos llevamos un fan dentro con mayor o menor ansia de stalkeo. Hasta que te
detienes a pensar, haciendo un breve recorrido mental de tus conocidos y sus
conexiones, por verificar el estudio en un formato más de andar por casa y, te
indignas. ¿Seis grados de separación? ¡Aquí todos somos Kevin Bacon! Así, directamente.
Por eso tu nuevo novio resulta ser el primer amor de tu amiga de la infancia
(ahora recuperada por facebook), quien jura odiarte con el puño en alto
mientras tú te ves obligada a devolvérselo, imbuida por una especie reciprocidad absurda y porque, bueno, a ti nunca te regaló un
arcoíris coloreado con plastidecor.
Esta endogamia amorosa es
todo un drama, del primer mundo pero drama. Si a esto le sumamos el hecho de
que, ya de por sí, es difícil dar con gente interesante, se convierte en el
santo grial esperar que, además, se ajuste a tus gustos disconexos, curtidos en
años de ensoñaciones tipo: Que adore los gatos, que tenga barba, que no diga
que Rocky Horror Picture Show es una
mierda, que escriba bien, que le guste Sinatra y lo ponga en nuestro viaje por
carretera de tres meses persiguiendo atardeceres poéticos donde demuestre que
toda su profundidad y encanto no son una pose y que te quiere mal peinada y con
resaca, tanto como a su perro (aunque no más), porque es sensible sin ser cursi
y tiene talentos mil con los que obnubilarte e instruirte, respetando tu
espacio pero sin dejar de incluirte en sus planes, en un perfecto equilibrio que
queda confirmado por su voz de Eddie Vedder del 92. Respiro. Sí, seguramente no
exista pero aquí, además, sería tu primo.