domingo, 25 de noviembre de 2012

tutorial: un hombre de verdad y no mario vaquerizo

La rebeca, además de nombre de pérfida mujer, nos protege del frío a jóvenes y abuelas, acortando distancias entre generaciones. Si vas de retro-moderna-vintage o te crees una mori girl de los bosques, más.

Pidiendo a gritos la paliza de un corro de niñas scout
Que Kurt Cobain se pusiera una, valía. En un unplugged con velas y aura de voy a suicidarme, era coherente. Pero en un hombre, de los que esperas que te abran los tarros de mermelada, JAMÁS. Así seas un espartano de voz gutural y lo complementes con curtidos y engrasados abdominales al aire. ¡No importa! Con una rebequita tendrás aspecto de gatito-bebé incapaz de sacar las uñas. E igual es su meta, caballero, en cuyo caso no siga leyendo.

Tampoco hace falta ser Humphrey Bogart: impertérrito e inescrutable. De los que entierran a su perro sin soltar una lágrima y lo superan con whisky, tabaco y una mujer a la que no darán explicaciones: 

-Cuéntame lo de tu perro, Humphrey

-No -contestará él. Y no habrá más disputa. Es Bogart.

Qué dónde está el punto medio, te preguntas. Acotemos distancias con un sencillo ejemplo:

-Entre Bogart en Casablanca y Hugh Jackman en Scoop: te quedas corto.

-Entre Hugh Jackman en Scoop  y Hugh Jackman en Australia: eres el hombre perfecto.

-Entre Hugh Jackman en Australia y Hugh Jackman en Kate & Leopold: te pasaste. Tómate una copa en las sombras y sigue intentándolo.

péplum-lámpara-kardashian
Hombres del mundo, ¡no las uséis! A menos que sea para asomaros al porche que no tenéis y contemplar la puesta de sol de vuestro último día en la tierra, por el capricho de dejar un cadáver indigno. No hagáis caso a las revistas, a nosotras ya nos cuelan mierdas como pantalones cortos que asoman el forro de los bolsillos o el péplum, esas camisetas con faldón incorporado que sólo favorecen si no te has desarrollado con formas de mujer. Es decir, si eres un niño desnutrido de 7 años. ¡Vosotros aún podéis escapar!

Anteponed una hipotermia, solemne y masculina, a dudas del estilo: ¿Puedo ponerme la rebeca con pantalón corto? ¿Abierta o cerrada? En verano no es nada estético ir con la rebeca cerrada, sobre todo por temas de salud y calor. ¿De verdad queréis sentir insultada vuestra inteligencia de ese modo?

Pensad en el teorema de Ethan Hawke:

Ethan Hawke iba con chupa de cuero en Antes del amanecer, donde resultaba abiertamente gilipollas con todo aquel discursito trascendental de profundidad ensayada pero eh, no llevaba rebeca, lo que te permitía perpetrar ensoñaciones compartidas con la francesita en el tren.

Ethan Hawke llevaba chaqueta, de pie sobre aquel pupitre oh-capitán-mi-capitán y recitaba poemas, circunscribiendo la delicada frontera entre una sensibilidad atrayente y la endeblez anti-erótica que delimita, justamente, la ausencia de rebeca.

Ethan Hawke hace un truño como Sinister y, no conforme con eso, se planta una rebeca de punto grueso, de esas que tejen las abuelas y te pones por compromiso cuando vienen a verte. Justo ésa. Y no se la quita en toda la película. Entiendo que se hace mayor, tiene facturas que pagar y otros sueños de grandeza pero, ¡no destroces un mito adolescente, Ethan Hawke! Yo busqué tu nombre en los créditos de aquel cine. Piensa: Colmillo blanco, El club de los poetas muertos, Reality bites, ¡Gattaca! Todas sin rebeca, ni casa encantada, ni niños muertos.


-Quiero el divorcio.
-¿Es por mi rebeca?
-Ethan, yo llevo una camisetita de verano y tengo un aspecto saludable. Tú pareces un cadáver y llevas una rebeca con coderas... ¡todo el tiempo!
-Tengo frío.


-¿Frente a la hoguera también?
-Sí... ¿quieres un poema?
-Que te den, Ethan.

 
-Bruadsrrebrhjbgbuu


Moraleja: Las rebecas rompen vidas, rechazadlas, sed hombres de provecho. 

domingo, 18 de noviembre de 2012

retro amor y sugestión a la esquizofrenia

Antiguamente, cuando alguien te gustaba o creías que gustaba, porque sólo os habías cruzado una vez en, no sé, el baile del estampado, lo cual era suficiente en una sociedad con tiempo y predisposición a la fascinación; donde un tobillo era obsceno y el baile del estampado, repito, el evento del siglo (y tu abuela va a revivirlo en consecuencia). Una época donde había una estrategia, sin pérdidas, consistente en acercarte a la carabina de turno, con pose de buen muchacho y expresión de confianza que, con años de práctica, no requería necesariamente ser buen muchacho ni de confianza. De acuerdo, la carabina o, generalmente, la tía soltera, era un obstáculo importante, curtida en años de amargura por no haber alcanzado lo que se esperaba de ella (casarse, de blanco y por la iglesia), podía tomar represalias para sectarizar sobrinas y asegurarse compañía en el futuro pero eh, un intermediario amortiguaba la sensación de rechazo. No es ella, es su malvada tía Eufrasia; aún puedo luchar por su amor. Normalmente no había lucha, ni prueba, ni nada, porque nuestros abuelos también eran dispersos, así como Romeo se olvidó de Rosalina por encontrar un 0,2% más receptiva a Julieta.

Pero era bonito, pedirle bailar, pañuelo en mano para que la traspiración del inusual roce no restase romanticismo al momento: te suda la mano, querido, a borbotones. Todo estaba previsto para relatar, debidamente, la historia a los nietos. ¿Qué contaré yo a los míos, en cambio? Y cuando digo nietos, digo gatos (o gatos robot).

Por mi parte, padezco un desfase considerable en esto del cortejo, con una importante divergencia de velocidades, focalizado en la planificación: fases, fases y más fases. Avances imperceptibles y mucho de creación propia, fantasía que empieza por pequeños retoques y termina escenificando Lo que el viento se llevó que, claro, en contraste con la realidad, termina siendo forzosamente decepcionante.

A falta de carabinas que medien por nosotros, tenemos internet. Si es descuidado, puedes descubrir si tiene intereses sexuales extraños, como lamer sobacos mientras mira puentes; o a su alter ego de los foros, furioso y bronquista. También puedes analizar sus listas de spotify y buscar el patrón recurrente de exnovias, recorriendo todas las fotos a las que tienes acceso. Todo bastante psicópata pero oye, mejor que la tronada seas tú y no él.

Y luego está instagram, ah instagram. Ese diario de comidas, mascotas y autorretratos de baño y probador. Un consejo, hacerle un te gusta a sus fotos, aunque se realice mediante un corazón enorme que parpadea en pantalla, cual declaración natural de TE AMARÉ POR SIEMPRE, no funciona. ¿Por qué? Porque a diferencia de nuestros abuelos, no tenemos un protocolo de conquistas. Así, si te pisa repetidamente en un bar o te echa una copa por encima, significa que te quiere, aunque parezca lo contrario. Es más, si hace como que no le importas, también te quiere. O realmente es que no le importas pero cómo vas a saberlo tú, en un mundo que hace un uso indiscriminado de corazones y donde reina la satisfacción inmediata de usar y tirar. Tampoco pretendo que Jude Law me cuele una foto suya en un libro, en modo postmortem-granulado-sepia, y que eso lo haga esperarme 4 años, con guerra e insinuaciones de Natalie Portman de por medio, no. Sé que el Jude Law actual se parece más al Daniel Wool de Closer, que se encapricha de Julia Roberts y no sabe lo que quiere, obligándonos a nosotras, pequeñas Alices de la vida, a rehacerlo todo; sólo que sin cámaras lentas, ni Damien Rice que nos ambiente, por las calles de nuestro barrio en lugar de la Quinta Avenida y tirando de mp3, con el kinki aleatorio como único fan que se volteé a mirarnos.

Moraleja: Ignoremos la realidad, viva la esquizofrenia autoinducida.

martes, 13 de noviembre de 2012

12 pasos para una juventud sin futuro (ó 6, que hay que hacer recortes)



No tener a nadie que te ate viene muy bien para emigrar. Tienes menos reprimendas si te sale mal: ¿te has convencido de que yo tenía razón? ¿Quién? ¿Hola? La nada se quedó (decía Iván Ferreiro), que es lo que pasa cuando te vas, ¿qué otra cosa iba a haber si no? Ni amante que te cante, al que romperle el corazón: Now that I've lost everything to you, you say you wanna start something new, mala perra. Nos acercamos más a Nino Bravo, aunque no dejamos la tierra por nadie y nos falta la flor, el beso ya es más mendigable, que todos tenemos una madre. Y con ligero equipaje (otra de las ventajas de no tener patrimonio), nos preguntamos: ¿Más allá del mar habrá un lugar? ¡Di Nemo, di! No pido que sea uno donde el sol brille más o sí, que lo haga metafóricamente y que aliente, literalmente.
Porque cuando haces una copia de la copia de otra copia de la copia primigenia, el resultado es una cosa negra y sin resolución que, por muchas vueltas que le des (en vertical, horizontal, de cerca, lejos o bizqueando los ojos), el resultado inalterable es un jeroglífico de oftalmólogo. Tu vida, amigo mío, ESO es tu vida. Tranquilo, aún puedes desintoxicarte e iniciar el programa de los 12 pasos, que no es propiedad exclusiva de alcohólicos, neuróticos o codependientes, no, no. Cuando creías que tus pequeñas taras eran disimulables, llega la situación y te desborda: sin independencia, sin trabajo, sin futuro. O dicho de otra forma: eres codependiente de tus padres, a una edad que no corresponde y con todo lo que conlleva, desatando la neurosis que sólo esas cañas a 1€ (50 céntimos si alargas en finde hasta el lunes), lo hacen soportable. Y voilá, 3x1, ¡ya es usted un caso clínico! Que no se diga que la clase política no hace aportaciones al pueblo; los bancos no sólo roban, niño desagradecido.


Empecemos, pues:

-Admitir que tenemos un problema. Admitido.

-Inventario moral de nosotros mismos. También conocido por: ¿qué he hecho yo para merecer esto? Bien, recapitulemos: fui al colegio, luego al instituto y a la escuela de idiomas, hice la selectividad, estudié una carrera y terminé en el tiempo estimado. Intenté trabajar de lo mío sin éxito; intenté trabajar de cualquier otra cosa con idénticos resultados. Así que seguí estudiando y… hasta hoy. ¿Y el futuro? ¿Qué será, será? ¿Más paro, tal vez? ¿O precariedad laboral, quizás?

-Admitir la naturaleza exacta de nuestras faltas. Siento mucho no haber nacido rica, heredera de imperios, primogénita de dictadores o asesora de toros, flamenco y semana santa. Arrepentida estoy.

-Eliminar estos defectos de nuestros caracteres. Es decir, jugar euromillones, invadir países y/o prostituir valores. Mañana, de verdad, mañana lunes empiezo.

-Hacer una lista de las personas que hayamos podido ofender con nuestra actitud y reparar el daño. Hitler, Rajoy, Montoro, Ted Bundy, Wert, la señora Báñez, el FMI... ¿en serio tengo que nombrarlos a todos? Me voy a dejar una pasta en sellos… y las sesiones de espiritismo se salen de mi presupuesto. Maldita sea, hasta los 12 pasos me suponen vivir por encima de mis posibilidades.

-Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, trataremos de propagar el mensaje. Preparaos desempleados sobrecapacitados, con o sin experiencia, sin ingresos, con idiomas y títulos varios, ¡voy a convertiros!

domingo, 11 de noviembre de 2012

deconstruyendo realidades



Se comenta que en las redes sociales perfeccionamos la visión que tenemos de nosotros mismos, aportando al mundo la imagen de lo que queremos ser pero no llegamos, a falta de filtros de instagram y consultas a wikipedia. Nuestro otro yo, pulido y mejorado, ocioso y ocurrente, con el ángulo medido para ocultar la papada. Holograma frágil que se viene abajo lo que dura un click, cuanto alguien te etiqueta en una foto atroz, ésa con un ojo a medio cerrar y el otro con pupila laser, boca torcida y chepa notredama, ante la que exclamas: dios mío, ¿yo soy así? O cuando te baila una letra y culpas al móvil pero la falta queda ahí, como los presuntos culpables, PARA SIEMPRE (*ambiguo periodo de tiempo en que tardas en percatarte y editar). Y TODO EL MUNDO (*dos o tres de tus contactos conectados en ese momento) sabrá que nunca aprendiste las normas de acentuación de los hiatos, los hervir, servir y vivir, fragmentos de caos ortográfico que ocupa espacio en tu cerebro, sin mayor finalidad que el spam de vientres planos y alargadores de penes.

Vamos, que no vale la pena.

Mejor enseñar el pelo del desayuno, el atasco de las 7, la entrada de cine para uno, la vecina que vigila nuestros pasos, la planta que no nos sobrevivió y el nuevo pliegue que se desparrama al sentarnos… reunamos lo peor de nosotros mismos y de nuestro entorno, igual así, la realidad termina por parecer un lugar apetecible.

A fin de cuentas, descubrir que tu archienemiga se ha quedado calva o que tu ex está más gordo, greatest hits de la malicia humana, universal e inevitable, no te la asegura nadie. Y de ocurrir, estarás tan atragantado con los mil y un capítulos de felicidad previa, cuidadosamente estudiados y, en ocasiones, dedicados. Voluntarios y sin psicólogo. Una introducción demasiado larga para una satisfacción tan corta.

Echo de menos los tiempos en que pasaba años sin saber de alguien, cuando las personas desaparecían, permitiéndote fantasear sobre su dicha o su desgracia, sus hipotéticas canas y sus teóricas bodas, ayudándote a olvidar y, por qué no, continuar con tu vida. Esa ignorancia feliz de las pequeñas cosas. No te decepcionas, porque no tienes avisos que te soplen la falta de sinceridad, la demolición de la coherencia y la puñalada a bisturí, fina pero certera, que sólo provoca una foto de facebook con sus convenientes etiquetados, notas al pie y comentarios ratificantes. Ignoras las fiestas a las que no te invitan y desconoces las alianzas que confabulan en tu contra. ¡Quiero un filtro para el correo que me avise de los emails desestabilizantes!

Señores de google, en estos tiempos en que nos personalizan los anuncios, háganlo también con la información dolorosa, seguro que ya han recabado la suficiente para hacer un pronóstico acertado de todo lo que queremos pero no necesitamos saber.

domingo, 4 de noviembre de 2012

tributo a millás



Me gusta empezar los domingos con los artículos de Juan José Millás, que se esconden entre pecho y pecho de la revista Interviú. Me hacen reír, me hacen pensar, me hacen querer invitarle a gintonics con la excusa de entumecerle y que acepte ser mi mentor espiritual. Me inspiran, porque yo de mayor quiero ser como él y a modo de humilde tributo, inicio este blog, porque me hace falta una ilusión en estos tiempos de desesperanza y agujeros negros. Y es domingo, además.

No tengo futuro pero eso es algo normal en esta parte del mundo y en este momento del tiempo. Injusto pero normal. Si a esto le sumamos la pérdida de vocación, las dudas vitales y todo el drama post-adolescente, tenemos las condiciones óptimas para la introspección, la queja y la filosofía insomne de una desempleada atrapada entre títulos de pega.

No me gusta el estrés de los trabajos para ayer (como dieta es estupenda, se pierden unos 10 kilos de media) y no tengo la oratoria suficiente para vender nada (y menos algo en lo que no creo), ni el aguante psicológico para tratar con potenciales clientes que no saben lo que quieren pero creen que sí, reteniendo el desprecio de lanzarles una taza de café hirviendo a la cara; a menos que lo disfrace de performance comercial, técnica psicológica avanzada abalada por suecos que, están lo suficientemente lejos para cuestionarles nada y dan la impresión de saber mucho, con todas esas palabras kilométricas sin vocales. Claro que, remitiéndome al punto de mi incapacidad de manipulación direccionada a las ventas, sería imposible. 

Así que sólo me queda París (al que no puedo ir por falta de ingresos ni de un Humphrey Bogart que me invite) y escribir, que eso sí (por ahora), sale gratis.

Iniciando terapia en 3, 2, 1…