Jacobson y Glazer tenían claro su objetivo: estaban dispuestas
a trasgredir, y tuvieron la suerte de tener la tecnología de su lado. Internet,
una vez más, hizo las veces de salvoconducto para aquellos que no parecen, ni
quieren, encajar en lo establecido. La red, en su espíritu democrático, dio vía
libre a sus ideas y les sirvió de lanzadera. En Youtube encontraron el espacio
ideal para compartir una serie web donde experimentarían con vídeos cortos −no
más de tres minutos de duración− que serían un primer esbozo, más casero y
destartalado, de su posterior éxito, Broad
City.
A los vídeos les faltaba pulido, pero tenían potencial. Al
menos eso fue lo que pensó Amy Poehler, actriz y antiguo miembro del Saturday Night Live, quien empezó a
ejercer como mentora para las chicas. Su apoyo incondicional la llevaría a
producir la serie tras conseguir un contrato con Comedy Central. La cadena firmaría por una primera temporada en
2014 y a cambio obtuvo un producto totalmente fresco, irreverente y ante todo, personal.
No había nada igual: una serie creada y protagonizada por mujeres que huía de
cualquier estereotipo. De hecho, cuando se les pregunta sobre esto, ambas
niegan que el hecho de ser mujeres sea una parte especialmente importante de su
proceso creativo. “Los personajes
definitivamente tienen vaginas, pero no pensamos en eso cuando escribimos”,
explica Glazer.
Sin
etiquetas, simplemente humor
Broad City es un salto sin red, una escandalosa y
surrealista radiografía de la vida en Nueva York pero con una vuelta más de
ingenio. De hecho, su punto de partida no es nuevo: dos amigas abriéndose paso
en la gran ciudad. El tema puede resultar manido, pero la óptica de sus
creadoras es tan original que no se encuentran paralelismos en otras series, y
menos, con protagonistas femeninas.
Aunque para ellas no se trata de una cuestión de género. Hacen
humor sin distinciones: puede ser absurdo, inteligente o una completa payasada
pero no piensan en atraer un público determinado, más allá de la risa. Si hay
algo estrictamente femenino en sus historias, aparece por el simple hecho de ser
tabú, como la vergüenza que acompaña a la menstruación o la negación de la
masturbación. Y aprovechan estas circunstancias para arrebatarles cualquier
mística u obscurantismo, encontrando siempre un revés cómico inesperado
Broad City aporta una versión alternativa de otras
historias que retratan la vida neoyorkina. No es el Manhattan de Seinfeld o el Brooklyn de Girls, ni mucho menos, la realidad
paralela del Upper East Side de Gossip Girl. Abbi e Ilana no representan
nada de esto. Ellas van en metro, hacen números para comer en un restaurante y
pasan gran parte de su tiempo en parques públicos sólo para descansar un momento
de sus compañeros de piso. Sus vidas, pese al surrealismo que caracteriza muchas
de las escenas, tienen uno de los telones de fondo más realistas de la
televisión. Porque aquí la imaginación tiene otro propósito.
Tanto Glazer como Jacobson interpretan una versión exagerada
de ellas mismas donde prima la cotidianidad llevada al absurdo. Sus personajes
se permiten hacer de todo, no hay cautela ni moraleja, porque lo importante es
conseguir la carcajada. Así nos encontramos con Abbi, una ilustradora que
sobrevive trabajando como personal de limpieza en un gimnasio. Fantasea con la
idea de ser monitora de spinning, una ensoñación de la que suele despertar,
sobresaltada, al caerle encima la toalla usada de algún cliente. Se siente
atraída por su vecino pero no es capaz de superar las frases de rigor que
ofrecen los encuentros en el ascensor. Por su parte, Ilana hace el vago sin
remordimientos en una empresa que lanza ofertas por internet, Deals Deals Deals; al tiempo que
mantiene relación abierta y consume marihuana como deporte. La despreocupación de una choca con la
sensatez de la otra, una combinación que no les impide ser las mejores amigas,
de un modo genuino y falto de toda la toxicidad que otras ficciones
representan. Y aunque sus personajes fracasen, se respira un permanente aire de
optimismo, como una invitación a poner en pausa las preocupaciones
existenciales.