La semana pasada tuve la
oportunidad de dar un taller de creatividad a niños de altas capacidades. Era
algo que me imponía muchísimo. No sabía si se iban a aburrir, si lo iban a
entender, si les iba a gustar… Y además: eran niños. Mi falta de costumbre me
hacía anticipar situaciones desastrosas.
Sin embargo, todas mis dudas
se esfumaron a los dos minutos de empezar a hablar. No dejaron de hacer
preguntas y observaciones, algunas muy locas y otras curiosísimas. Fue genial. Me
encanta que no tengan filtro y vayan soltando todos los pensamientos que se les
cruzan a mil por hora. No tienen miedo. Cero prejuicios. Y encima, asimilan
como esponjas. Ah y esa capacidad de soltarse. De enfrentarse al papel en
blanco sin temor alguno. Cualquier adulto dudaría, planificaría, tantearía
opciones… Ellos no. Es digno de admiración.
El tiempo se me pasó volando,
la verdad. Ojalá pueda repetirlo en el futuro :)