domingo, 30 de diciembre de 2012

consecuencias del domingo



El orgullo, ¿sirve para algo? ¿O es un bonito autoengaño con el que nos remendamos los idiotas? Me engañó, me estafó, me atropelló con el coche y se llevó a mi perro pero cuando me pidió volver, le dije que no, por orgullo. Porque, desdramatizando, el orgullo es la consecuencia final de un gran desastre (o lo intangible que arrebata) y, casi siempre, la gente que traga, termina ganando y el que da la cara y se mantiene fiel a sus valores, se queda con expresión de tonto y con todos sus valores, intactos y juntitos, para jugar. Solo pero eh, orgulloso.

¿Vale la pena?

El que se vende, miente y traiciona seguramente tenga una casa más grande, un trabajo mejor y una mujer más guapa. ¡Cosas materiales! ¡Ella no lo quiere!, dirá el coro de vocecillas orgullosas. Lo sé. Pero ser honrado, coherente y cumplidor no te da ningún premio kármico, tu mujer se irá con otro, tu jefe te puteará y tu integridad no te dejará cobrar por debajo de la mesa. El siembra y recogerás vale para los cuentos de navidad y para las películas en blanco y negro, ah, y para el orgullo, el lamer de heridas de los desechos.

Tantos encierros voluntarios, tantos enfrentamientos inservibles; tantas oportunidades y tantas personas, denegadas, por fidelidad y por rendir cuentas con uno mismo… por orgullo y para nada. He cambiado, puedes decir. Cambiar se asocia con algo positivo, es la excusa perfecta, el eufemismo enmascarador más fiable, porque se recubre de crecimiento y mundo interior y no importa la medida, prima la libertad. Cambia cada día, cada hora, está aceptado. Pero qué le vamos a hacer, en el fondo soy una subespecie romántica que le ve las orejas al lobo, la peor combinación. Así que mejor que nadie me haga caso aunque seguiré esperando, justamente, lo contrario.

sábado, 22 de diciembre de 2012

dependencia subliminal



Leo: Cuando cruzas la delgada línea que separa Bridget Jones de Misery; cuando te pones una alarma que avise de los cambios sentimentales en facebook; cuando sabes qué película ponen los sábados en Divinity… ¡peligro! Es hora de pasar a la acción. Porque por dios, no vas a quedarte soltera en plenas fiestas, inmersos como estamos en el renacer maya, el fin del mundo de videntes-906 se celebra en pareja. Eso sí, como aconseja Glamour, no raptes ni amordaces a tus citas pero tampoco esperes al señor Darcy. Mi consejo: tirar por la senda de Carrie/Amelie, mostrarse dulces y encantadoras y, si esto falla, matarlos a todos mediante un festival de pirotecnia, que queda muy lucido y va a juego con el apocalipsis, tan en boga esta temporada, super trendy.

Ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ¿te ha quedado claro? Nada podrá hacerte más feliz en esta vida. Eso sí, como aparentemente, eres una mujer moderna con síndrome Carrie Bradshow, debes seguir el eslogan de Desigual mientras tanto y tirarte a tujefe a la menor ocasión y hacer un trío con un buzo, un surfista y, si puedes, añade un sireno. Libérate sin dejar de esperar a tu hombre. La cuestión es, no quedarse sola nunca, JAMÁS. Porque no se puede dar amor si no te quieres a ti mismo primero, es lo que debes soltar a tu presa durante el café, para aparentar madurez e independencia pero sólo eso, aparentar, nunca te desvíes de tu máxima: no quedarte sola. Y he dicho café porque Glamour recomienda no beber en la primera cita: ¿Crees que el alcohol te ayudará a desinhibirte? Quizá demasiado. Hablar más de la cuenta es sólo el principio: mencionar a tu ex, revelar secretos lamentables… Puedes continuar haciendo añicos tu imagen y quizás termines haciendo algo de lo que te arrepientas a la mañana siguiente. Amigas de Glamour, si nuestra anónima muchacha va a comportarse así como consecuencia de dos copas, no está preparada para tener una relación, tiene mucho que resolver antes. Pero aquí no importa estar bien, importar simular estar bien, ya se comerá tus problemas psicológicos tras la boda. Fachada, imagen, una carcasa bonita camuflada por Dior. ¿Pensar? ¿Capacidad crítica? ¡Así nunca conseguirás marido, ilusa desfasada! Mejor vete a la página 32 y estúdiate “Cómo ser sexy hoy”, con especial énfasis en el “hoy” que hay que estar al día en la sexicidad y el buenorrísmo, reciclaje continuo de lo efímero.

domingo, 9 de diciembre de 2012

el ciclo de la decepción



Cuando tenía 14 años decidí que mi hipotético novio me compondría una canción imperecedera y atemporal que calaría en los corazones del mundo que se preguntaría obnubilado: ¿en quién pensaría? ¿para quién la compuso? Y la respuesta secreta sería: ¡yo!

A medida que pasaba el tiempo, me conformé con que supiese tocar la guitarra y me dedicase una canción compuesta por otro pero re-descubierta para mi, que terminó mutando a: mira, si me graba un cd personalizado será el hombre de mi vida. Esperando, inicialmente, la dedicación de Rob en Alta fidelidad y terminando, solamente, por desear que no incluyese aquella canción que era “su canción” con su anterior novia.

Lo malo del ciclo de la decepción es que, como ya sabía Disney, es un ciclo siiiin fiiiiiiiiiin, que lo envuelve tooodoooooooo. Haciendo especial hincapié en el “sin fin”, hecho clave que consigue que, reducidas todas tus expectativas románticas, se produzca un fenómeno insignificante (léase: te paso un link de youtube) que reinicie desde ese extremo enfangado que es tu miseria personal, el ciclo de la decepción. De este modo, mañana será un mp3 en el correo, pasado una lista de spotify y, un tiempo sin estimar más tarde, vuelves a necesitar un concierto masivo con fans que deseen ser tú. Como quise ser Beth en el unplugged de Pearl Jam, apropiándome del we belong together que le cantaba Eddie Vedder.

Pero el ciclo de la decepción, aunque infinito, supone un desgaste, como con cada división celular se producen pérdidas; acortamiento de telómeros dirían las personas cultas, destino decadente es con lo que me quedo yo. Porque si hay senescencia celular, hay muerte programada de las ilusiones, interrumpida por algunos interludios, sí, pero éstos suelen valer menos que el deterioro, quizás porque el dolor tiene más facilidad de arraigo y como estado comatoso que es, cuesta más salir de él. Y mucho peor, te acostumbras. Pero a lo bueno también, por eso deja de ser bueno y se convierte en superable.

¿Cuántas de estas réplicas puede soportar una persona en su vida hasta sentirse muerto, hasta ya no querer volver a empezar nada?