—No es por ti; ¿por qué
piensas que siempre todo está relacionado contigo? Es sólo que… que es mi
primera noche en un país extranjero y me ha hecho sentir tan… vulnerable —lo
que era verdad, pensó, mientras se levantaba de la cama para sonarse la nariz y
lavarse la cara, aunque sólo era parte de la verdad. Toda la verdad era que no
quería viajar junto a un hombre al que no amaba.
Hacia rutas salvajes, JON KRAUER
Quiero repetiré los consejos
que te di en el sentido de que deberías cambiar radicalmente de estilo de vida
y empezar a hacer cosas que antes ni siquiera imaginabas o que nunca te habías
atrevido a intentar. Sé audaz. Son demasiadas las personas que se sienten
infelices y que no toman la iniciativa de cambiar su situación porque se las ha
condicionado para que acepten una vida basada en la estabilidad, las
convenciones y el conformismo. Tal vez parezca que todo eso nos proporciona
serenidad, pero en realidad no hay nada más perjudicial para el espíritu
aventurero del hombre que la idea de un futuro estable. El núcleo esencial del
alma humana es la pasión por la aventura. La dicha de vivir proviene de
nuestros encuentros con experiencias nuevas y de ahí que no haya mayor dicha
que vivir con unos horizontes que cambian sin cesar, con un sol que es nuevo y
distinto cada día.
Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio; ALICE MUNRO
Había salido de casa para
sentarse en la marquesina donde dos veces al día paraba el autobús de la
ciudad. Nunca había estado allí y tenía por delante dos horas de espera.
Sentada, leyó todo lo que estaba escrito o grabado en las paredes de madera.
Varias iniciales se amaban para siempre. Laurie G. hacía mamadas. Dunk Cultis
era marica. Igual que el señor Garner (de mates). "Gilipollas H.W. Gange
es el jefe. Skate o Muerte. Dios odia la basura. Kevin S. es hombre muerto.
Amanda W. es guapa y buena y ojalá no la hubieran mandado a la cárcel porque la
echo de menos con toda mi alma. Quiero follarme a V.P. Aquí se sientan señoras
que tienen que leer las guarradas que escribís." Mirando el aluvión de
mensajes humanos, Jinny se preguntó si la gente estaba sola cuando escribía
cosas como esas. Y acto seguido se imaginó sentada ahí, o en un lugar parecido,
esperando un autobús, sola, como seguramente se vería si seguía adelante con el
plan en el que se había embarcado. ¿Se sentiría impelida a hacer declaraciones
en las paredes públicas? En aquel momento se sentía identificada con lo que
impulsaba a la gente a escribir ciertas cosas; identificada por los
sentimientos de rabia, de mezquino rencor y de entusiasmo por lo que iba a
hacerle a Neal como desquite. Pero la vida que estaba a punto de iniciar quizá
no le ofreciera a nadie con quien enfadarse, o que estuviera en deuda con ella,
o a quien premiar o castigar, o a quien de verdad le afectara lo que ella
pudiera hacer. Quizá sus sentimientos no tuvieran importancia para nadie salvo
para ella, y sin embargo se removerían en su interior hasta oprimirle el
corazón y dejarla sin aliento. Al fin y al cabo, no era de las que reunían
multitudes a su alrededor. Era selectiva, a su modo.
Hablando del asunto, JULIAN BARNES
Luego estaban los otros,
los decepcionados. Y ése era un daño verdadero, irreversible. Los que empezaban
con tan grandes esperanzas en el mundo luego ponían su confianza en psicópatas
y fantasiosos, ponían su fe en borrachos y violentos. Y continuaban así durante
muchos años con increíble perseverancia, creyendo cuando no había ninguna razón
para creer, cuando era una locura que creyeran. Hasta que un día simplemente se
daban por vencidos. El espíritu de las personas se quiebra. Eso es lo que no
podía soportar. Y más tarde, cuando empecé a quererle, me vino este
pensamiento: por favor, que no se decepcione. Nunca había sentido eso con
nadie. Preocuparme por su futuro a largo plazo, por como acabarían. Preocuparme
por lo que puedan pensar cuando finalmente miren hacia atrás.
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Verá, no creo que vuelva a casarme. Oh, no digo que no vuelva a enamorarme, pero eso es otra cosa, todo el mundo es vulnerable a eso, digan lo que digan, hasta el día en que se muere. No, pero el matrimonio... Le diré a qué conclusión llegué después de todos esos años con Gordon, años que, pese a lo que se podría pensar, fueron básicamente felices; tan felices como los de cualquiera. Y mi conclusión fue la siguiente: cuando vives mucho tiempo con alguien, vas perdiendo lentamente la capacidad de hacerle feliz, mientras que tu capacidad de herir sigue intacta. Y viceversa, por supuesto. ¿Que no es una visión optimista? Uno sólo tiene obligación de ser optimista a los ojos de los demás, no ante sí mismo.
— ¿Se te ha ocurrido
divorciarte de Gray?
— No tengo motivo para
hacerlo.
—Eso no impide a tus
compatriotas divorciarse de sus maridos cuando quieren hacerlo.
Se echó a reír.
— ¿Sí? ¿Sabes por qué lo
hacen?
— ¿No lo sabes tú? Porque
las mujeres americanas esperan encontrar en sus maridos una perfección que las
inglesas únicamente esperan de sus mayordomos.
Ya no esperaba encontrar
en cada fiesta o en cada cena al compañero perfecto, ni siquiera al adecuado.
Además, ya distinguía la cómica y desconcertante disparidad que se da entre
intenciones y resultados. Esperas un affaire corto, casi sin contacto, y justo empieza
a caerte bien su madre; te parecía un tipo bueno peor poco apasionado y
descubres un diamantino egotismo detrás de su modesta actitud de servir copas. Aún
no se consideraba desilusionada o (como algunos de sus amigos la veían)
desafortunada; simplemente se consideraba más sabia que cuando empezó. Hasta el
momento, pensaba, teniendo en cuenta los complicados ménages à trois, los
llorados abortos y las degradantes relaciones en que se habían metido algunos
amigos suyos, no había salido demasiado mal parada.
Mi salud literaria se
resintió, me capturó la seca, y pasé casi cuatro años sin poder escribir. Un
maldito infierno, porque al perder la escritura perdí el nexo con la vida.
Sentía una atonía, una distancia con la realidad, una grisura que lo apagaba
todo, como si no fuera capaz de emocionarme con lo que vivía si no lo elaboraba
mentalmente por medio de palabras.
Me dormí recordando lo que
solía hacer cuando estaba en casa de la señorita Havisham, como si hubiera
estado allí semanas o meses en lugar de horas, y como si estuviese rememorando
algo que había ocurrido ese mismo día. Fue un día memorable para mi, ya que
obró grandes cambios en mi persona. Pero es lo mismo que le pasa a cualquier
vida. Arranquemos de ella un día especial y pensemos en lo distinto que podría
haber sido su curso. Deténganse quienes leen esto y consideren por un momento
la larga cadena de hierro o de oro, de espinas o de flores, que nunca les
habría atado de no haberse formado un día memorable el primer eslabón.
El loro de Flaubert, JULIAN BARNES
Cuando ella muere, al
principio no te sorprendes. Parte del amor consiste en prepararse para la
muerte. Cuando ella muere sientes que tu amor queda confirmado. Lo habías
previsto correctamente. Esto forma parte del asunto. Después viene el
enloquecimiento. Y luego la soledad: pero no es esa soledad espectacular que te
habías imaginado, ni tampoco el interesante martirio de la viudedad, sino
simple soledad. Te esperabas una cosa casi geológica (el vértigo en una garganta
cortada a pico) pero no se le parece en nada; se trata simplemente de una
amargura tan cotidiana como el trabajo. Hay personas que creen que lo que
quieres es hablar. A veces hablas, otras callas; no hay apenas diferencia.
Nunca encuentras las palabras adecuadas; o mejor dicho, las palabras adecuadas
no existen. Te pones a hablar y te encuentras con que el lenguaje de la
aflicción por la muerte de un ser querido resulta estúpidamente insuficiente.
Parece como si estuvieras hablando del dolor de otras personas. La amé: fuimos
felices; la echo de menos. No hay muchas oraciones donde elegir. Y al final
logras superarlo, es verdad. Al cabo de un año, de cinco. Pero no lo superas de
la misma manera que un tren sale de un túnel, con un brusco surgir al paisaje soleado
del otro lado; lo superas más bien a la manera como una gaviota se libra por
fin de la pegajosa mancha de petróleo. Alquitranado y emplumado de por vida.
Lo único importante en el
amor es: ¿a partir de cuándo empiezas a mentir? ¿Sigues estando igual de
contento al regresar a casa para reencontrarte con la misma persona que te está
esperando? Cuando le dices “te quiero”, ¿lo piensas de verdad? Llegará —fatídico—
el momento en que tendrás que esforzarte. En que tus “te quiero” ya no tendrán
el mismo sabor. A mí, la voz de alarma me pilló en fase de afeitado. Me
afeitaba todas las noches para pinchar a Anne al besarla por la noche. Y, una
noche —ella ya estaba durmiendo (había salido sin ella hasta el amanecer, el
típico comportamiento lamentable que uno se permite con la excusa del
matrimonio)—, no me afeité. Pensé que no era grave, ya que ella no iba a darse
cuenta. En cambio, aquello significaba simplemente que ya no la quería.
Sé también que la conmoción
producida por la muerte de Annabel consolidó la frustración de aquel verano de
pesadilla y la convirtió en un obstáculo permanente para cualquier romance
ulterior durante los fríos años de mi juventud. Lo espiritual y lo físico se
habían fundido en nosotros con perfección tal que no pude menos que resultar
incomprensible para los jovenzuelos materialistas, rudos y convencionales
típicos de nuestro tiempo. Mucho después de su muerte sentía que sus
pensamientos flotaban a través de los míos. Antes de conocernos ya habíamos
tenido los mismos sueños. Comparamos anotaciones. Encontramos extrañas
afinidades. En el mismo mes de junio del mismo año (1919) un canario perdido
había entrado revoloteando en su casa y la mía, en dos países muy alejados. ¡Ah,
Lolita, si tú me hubieras querido así!
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