Cuando empezaron a
subir la cintura de los vaqueros, me alegré. Tras vivir una adolescencia
sometida a los pantalones culeros por los que asomaba media raja (o peor, el
tanga fluorescente), herencia de la Britney
Spears del momento, conseguir al fin unos vaqueros que no implicasen
maniobras al sentarse, fue un alivio. Sin obviar el efecto favorecedor. Las
caderas libres y las barrigas al viento son compatibles con la extrema delgadez
o los abdominales de gimnasio, así que muy pocas salimos ganando con el talle
bajo.
Al menos lo de llevar la braga encima del pantalón no pasó del videoclip |
Hasta que un día, de
pronto, lo subieron. Y volvieron a subirlo más. Y más. Ya no sólo contenían la
cadera sino que ascendían hasta la cintura. Para compensar, los señores de Inditex lanzaron los crop tops, unas
camisetitas cortas que dejaban constancia del tiro alto. Una buena idea en
principio ya que, en conjunto, no combinaban mal (más fácil que meterse medio
metro de tela por dentro). Hasta que la evolución del recorte los llevó a
alcanzar la proporción del sujetador: pantalones sobaqueros y blusas de cinco
centímetros.
Todo en la percha queda muy mono |
Los nuevos vaqueros
enmarcaban barrigas, pronunciando falsos embarazos que quedaban a la luz con
aquellos tops microscópicos que, pese a ahorrar tela, no reducían su precio.
Para rematar, los llenaron de agujeros, volviéndolos incombinables con el
sujetador (o al menos, con la exposición de éste). Además de dar lugar a la
incoherencia, como cuando en pleno invierno los sacaron en versión manga larga
con cuello vuelto, pero las chichas lustrosamente a la intemperie.
Ah y los pantalones
también. Los vaqueros con rotos pasaron del rasgado sutil en la rodilla, al “corte
plaga” de: tengo polillas en casa y me
parece super cool. Eso o he tenido una cita con Freddy Krueger. O me ha
atacado una jauría de perros. O he sobrevivido a diez vueltas de campana con
caída, cuneta bajo. O vengo de escapar de los brazos de un grupo de zombies,
que me han rechupeteado-afiladamente las piernas, mientras reptaba para no convertirme
en uno de ellos. Vamos, todo catastrófico y muy de dar explicaciones.
Y pensar que antaño una cosa así iría directamente a la basura... |
¿Cómo si no, vas a amortizar tu tatuaje del culo? |
¿En serio? |
Igual en Kendall Jenner no dan tanto miedo pero al común de los mortales le queda más bien así:
En su momento
aluciné al ver como chicas que solían llevar los vaqueros mostrando media
ingle, pasaban con soltura y sin miramientos, a los pantalones que arrestaban
toda la cadera. ¿Es que acaso lo único que importa es que los lleve un maniquí
del Bershka? ¿Y tu criterio? ¿Y tu
gusto? Las preferencias no pueden ser tan volubles y la ausencia de juicio tan
abrumadoramente contagiosa. Llevo años escuchando el mensaje de que “la moda
refleja tu personalidad” (seguro que los del Zara la han impreso ya en una camiseta), imagino que tal mantra
aboga por la ciclotimia o el trastorno de identidad disociativo. “Mi ropa dice
quién soy”. Claro, una oveja sin discernimiento que avanza feliz hacia el
precipicio que le han señalado.
Y si pensabas que ya
no podía empeorar (pobre inocente), entérate del nuevo suplicio: los cropped
jeans. Parece un pantalón normal pero cuando te lo pruebas, ves que llevas los
tobillos al aire, y no es una cuestión de talla. Es como si en su estiramiento
hacia la cintura, no pudiera dar más de sí la paradoja y hubiera que añadir un nuevo
corte. Ahora lucir las canillas no es sinónimo de haber dado el estirón o de
heredar un pantalón de una hermana que no llevaba tu ritmo de crecimiento. Significa,
simple y llanamente, que vuelves a pasar por el aro de los diseñadores malignos
que, por falta de inventiva, han optado por reírse de nosotros y ponernos a
prueba, a ver cuánto somos capaces de tragar.
Lo cierto es, que
cuesta no caer cuando toda la ropa se unifica y repite patrones. Buscas y
rebuscas pero no hay escapatoria. Conseguir un vaquero que encaje con tus
aspiraciones parece más complicado que toparte con el hombre de tu vida al
salir del supermercado. Quiero que tenga un largo que me cubra toda la pierna;
que no tenga rotos, rasgados ni desteñidos; que me tape el culo pero sin llegar
a tocar teta; que no me oprima el gemelo y permita la circulación sanguínea en
general; y ya, si puede irme bien tanto de cadera como de cintura, evitándome
tomar decisiones de Sophie, me caso
con él.
¿Existes? ¿Te
conoceré algún día? Ven.
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