Al dar la última
campada de Nochevieja me prometí, que 2016 iba a ser “EL AÑO”, envuelta como
estaba, en la euforia provocada por la ginebra rosa que acababa de descubrir.
Curiosamente, ni los extras de vino y vodka que harían las delicias en mi
cabeza a la mañana siguiente, borraron la propuesta. Seguí firme en el
convencimiento de que 2016 sólo podía proporcionar cosas buenas, pese a que las
muertes encadenadas de Glenn Fray y David Bowie hacían del mundo un lugar objetivamente
peor. En mi micro universo, por el contrario, los avances y las buenas noticias
iban a ser una constante. El llamado año en mayúsculas, no era un simple deseo
abstracto, sino que incluía un compendio de objetivos que se podrían resumir
en: trabajo, independencia y motivación. Por ser aquellos donde había mayores
carencias ya que, de resto, no me puedo quejar.
No soy partidaria de
la pasividad que encierran esas teorías místicas de atraer lo bueno con el
pensamiento. Mi cerebro es catastrofista pero eso no me impide iniciar
proyectos varios, aunque ello implique episodios de ansiedad. Esto último ocurre
por una mezcla de miedo y afán perfeccionista que, aderezado con la inseguridad
que proporciona el desempleo, dan pie a un coctel fulminante de pesadillas y
sarpullidos. Todo muy sexy pero, una vez superada la urticaria insomne, empieza
lo bueno.
Este 2016 me ha traído
la oportunidad de, chan chan chaaan, ¡trabajar escribiendo! ¡Sí! ¡Yo! ¡A mí! Y
es que no podría estar más contenta de colaborar con CanariasAhora :D Porque currar
de lo que te gusta, no es currar, amigo Sergio Dalma. Gracias a esto he
vuelto a sentir el estado de abstracción en el que se te pasan las horas, sin manifestación
de necesidad alguna, tu concentración te basta y te sobra. Apasionarse por algo
es una droga y si encima puedes adherirle la etiqueta de “profesión”, ya es un
subidón constante. Y en mi caso hablamos de un primer paso pequeñito, no quiero
ni imaginar cómo se siente una banda que llena estadios. Lo mío es más de karaoke
lucido a las tres de la mañana, que arranca los coros ebrios del limitado
público pero ah, qué bien sienta. Me dan libertad para elegir los temas así que
puedo investigar sobre lo que quiera, que es algo que ya hacía gratis pero
ahora tengo una audiencia más visible. De hecho, mi primer artículo se ha
compartido en facebook más de ochenta veces en apenas unos días (y sigue sumando).
No se me va la sensación de perplejidad y entusiasmo tonto, en plan: ¿de verdad le ha gustado a alguien? ¿en
serio, ochenta personas? Este logro desbloqueado suma mil puntos.
Pero no queda ahí la
cosa: ya tengo fecha para dos oposiciones. Fechas reales con sus firmas
oficiales, nada de bulos. Así que es un reto más al que voy a poder enfrentarme
que, encima, incluye una recompensa genial si todo sale bien. Seré funcionaria
de día y escritora de noche, y me impulsaré sobre arcoíris de purpurina.
Por si fuera poco,
mi perra Ronda, que es la perra más amor del mundo, no para de superar los
tiempos en que puede quedarse sola con calma. Algo que parecía imposible tiempo
atrás, está sucediendo. Igual el año que viene nos despedimos para siempre de
la ansiedad por separación y sólo queda la perra maravillosa que siempre ha
sido. Con que desbloqueo el superpoder de César Millán. ¡Clin! (o cualquier
otro sonido a vuestro gusto).
Y luego están las
personitas que me acompañan, aunque sé que esto ya es entrar en el terreno del
reality, les reservo esta mini mención encubierta porque no dejan de ser otro
de los puntos destacados del año. Ya estaban de antes pero siguen aportando
mejoras a mi día a día y eso hay que remarcarlo :) Fin del modo Kardashian.
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