Una carretera salpicada
por mansiones de ensueño con vistas al Pacífico, es el camino que las madres de
Monterey (California) recorren cada día para llevar a sus hijos al colegio. Forma
parte del ritual de “la mamá perfecta” donde los logros de los niños se sienten
como propios y los esfuerzos se concentran en concederles una infancia sin
incidentes. Para ello, estas madres harán lo que sea. Organizarán fiestas,
diseñarán cestas de regalo y repartirán entradas a los mejores espectáculos,
sin perder de vista el objetivo final: hacer de sus hijos (y por extensión, a
ellas mismas) los más populares de la escuela.
Son mujeres
acomodadas, algunas con carreras propias, y todas casadas con hombres de éxito.
Matrimonios idílicos que conviven en casas acristaladas que parecen augurar la
felicidad eterna, pero sobre todo, la ausencia de secretos. Al fin y al cabo,
¿quién tendría que fingir en el paraíso? Sin embargo, ni las apariencias más
cuidadas (o especialmente ésas) son inmunes a los problemas.
La propuesta de Big Little Lies, basada en un libro
homónimo de Liane Moriarty, es precisamente desvelar los aspectos más sombríos
de interpretar una vida perfecta. Demostrando que las grandes casas y el lujo
no dan la felicidad, o al menos, no libran a sus dueños del sufrimiento. Así,
la quietud de este escenario se verá trastocada, en primer lugar, por un
incidente en el colegio. Una de las niñas aparece con varios moretones y es Ziggy,
el nuevo alumno, el señalado como culpable. Sin mayores pruebas, el suceso
posicionará los equipos e iniciará la guerra entre unos padres acostumbrados al
triunfo.
El otro punto
que bifurcará la trama será un asesinato. No sabemos quién ha sido la víctima y
tampoco el autor, pero este hecho perderá importancia a medida que avance la
serie. Porque en Big Little Lies lo
importante no es resolver el homicidio, sino conocer las historias que llevaron
a él. El interrogatorio policial a los padres, arrojará más pistas sobre la
hostilidad encubierta del día a día que sobre el verdadero asesino, pero
servirá de hilo conductor para hacer emerger las “pequeñas grandes mentiras”
que estas mujeres representan.
Protagonismo femenino
Lo más interesante de la
propuesta de HBO, es que trata con acierto muchos de los temas que afectan a
las mujeres. La maternidad actual es uno de ellos, entendida
como la dedicación absoluta y sin altibajos. La serie cuestionará su papel de
salvavidas: no a todas les basta con ejercer el rol de madres para sentirse
realizadas. Y sin embargo, demostrará como compatibilizar la maternidad con una
carrera sigue siendo motivo de enfrentamiento; tanto por las renuncias que
implica como por el enjuiciamiento social que genera.
También estará
presente el conflicto que, no pocas veces, se encarniza entre las mujeres (aparentemente
programadas para competir entre ellas). En estas guerras, envueltas de falsa
amabilidad, primará la sobreprotección de los hijos. Una defensa que rozará el
absurdo pero que retrata a la perfección el día a día de las escuelas modernas:
padres angustiados por garantizar el bienestar de sus hijos que terminan por
extralimitar sus funciones.
Estas disputas,
aderezadas con los momentos de crisis del matrimonio, serán el reflejo de la
constante insatisfacción humana. En este caso, reducida al universo de unas privilegiadas
amas de casa. Y sin embargo, la distancia que este entorno acomodado podría
despertarnos, se reduce gracias a la universalidad de sus problemas. Incluso
aprovecha esta situación para resaltar, aún más, el abuso físico que está
teniendo lugar de puertas para adentro. Un maltrato que choca por su
revestimiento de oro, convirtiéndolo en un recordatorio de que no es una
cuestión de clases, sino de género.
De hecho, Big Little Lies ha sido especialmente
aplaudida por su retrato del abuso doméstico, que no se reduce a mostrar la
violencia sino que incluye también la manipulación, el autoengaño y la
contradicción que van de la mano de este tipo de relaciones. Situándonos en los
ojos de la víctima, logra hacernos comprender por qué una situación tan dañina
es capaz de prolongarse en el tiempo.
Para tratar
todas estas desventajas a las que las mujeres se enfrentan por el mismo hecho
de serlo, la serie cuenta con un reparto de cine. Reese Whiterspoon interpreta
a Madeline, una ama de casa divorciada −años atrás− de su amor del instituto,
con el que mantiene una relación de tensa cordialidad. ¿El motivo? Las
renuncias producidas por su temprana maternidad y el hecho de que éste haya
decidido interpretar al padre modelo con su nueva familia. Ni siquiera su
matrimonio con Ed (Adam Scott), un informático que trabaja desde casa, cocina y
raya lo perfecto, la disuadirán del descontento. Eso sí, bien oculto bajo la
alfombra: “Nunca hablamos de ello porque
hablarlo haría más difícil el fingir, que es la esencia de un matrimonio feliz”,
explican en una de las escenas.
La mejor amiga
de Madeline es Celeste (Nicole Kidman), quien aparenta vivir en una constante
luna de miel con su marido Perry (Alexander Skarsgard) y sus gemelos de anuncio.
La familia es la envidia de Monterey, pero la aparente pasión de su matrimonio oculta
un tipo de intimidad mucho más oscura. Una situación de control y abusos que se
mantiene, entre otras cosas, por temor a perder el estatus que concede
protagonizar un ideal.
Jane (Shailene Woodley)
es la recién llegada, una madre soltera y en paro con todas las papeletas para
sufrir el vacío del resto: “Es como un
viejo y sucio Prius estacionado por fuera de un Barneys”, dirán de ella sus
vecinos. Por último está Renata (Laura Dern), la profesional exitosa que
intenta compensar su falta de tiempo con su tendencia a ejercer de “madre
helicóptero”. Un término que hace referencia a la sobreprotección materna,
fundamentada en la creencia de que la infancia debe ser un periodo sin
contratiempos ni emociones negativas. De ahí que la presunta agresión a su hija,
el primer día de colegio, termine degenerando en una cruzada personal.
Además de sus
destacadas actrices, la miniserie ha sido desarrollada por David E. Kelley
(creador de Ally McBeal) y dirigida
por Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club
o Wild). “Queríamos que fuera cinematográfica”, explica Nicole Kidman en una
entrevista a Vogue, “Es televisión pero tienes la sensación de
estar viendo una película muy larga”. Sin duda, Big Little Lies es un producto muy cuidado en el que Vallée ha
querido utilizar la música como un personaje más que susurra pequeñas pistas al
espectador. Antes del rodaje, el director reunió al equipo para comentar las
canciones que tenía en mente para ambientar cada episodio y les repartió un cd
con las mismas: “Creo que soy un DJ
frustrado que hace películas”, comentó en una entrevista a The Guardian. La banda sonora, de tres
horas y media de duración, incluye temas de Janis Joplin, The Temptations,
Fleetwood Mac, Neil Young, PJ Harvey o Leon Bridges.
Siete millones de
espectadores
La serie,
compuesta por siete episodios, ha sido un gran éxito para HBO. La suma de
interpretación, guión y música le han otorgado un promedio de 7 millones de
espectadores entre televisión y plataformas online. Lo que ha potenciado los
rumores de una posible segunda temporada.
Su director,
Jean-Marc Vallée, disipó las dudas durante una entrevista para Vulture: “Este es el final perfecto.
No hay forma ni razón para hacer una segunda temporada. Debía ser una historia
de una sola entrega y ha terminado de la forma en la que el público es capaz de
imaginar lo que puede suceder. Si hacemos una segunda temporada, romperemos eso
y lo estropearemos”.
Por el contrario, la autora del libro, Liane
Moriarty, ha confirmado su participación en una lluvia de ideas a propuesta de
los productores de la serie (entre los que se encuentran la propia Reese Witherspoon
y Nicole Kidman). “He empezado a pensar en formas de que esto continúe”,
admitió en el Sydney Morning Herald. “No escribiría un libro nuevo,
pero tal vez sí una nueva historia; y luego ya veríamos qué pasa.”
Las actrices han apoyado la propuesta explicando
las dificultades de encontrar tantos papeles atractivos juntos protagonizados
por mujeres. “Especialmente en una industria como la del cine y la
televisión, enamorada de las historias impulsadas por hombres”, argumentó Witherspoon.
Pues Big Little Lies trata de indagar más allá de los típicos papeles de
madre y esposa. Por el contrario, se centra en la esencia de los personajes; unos
que no son ni buenos ni malos, sino que tienden a la imperfección después de
todo. Son ricos pero carecen de elementos que el dinero no puede comprar y es
ahí donde logran conectar con el público.
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