Se comenta que en
las redes sociales perfeccionamos la visión que tenemos de nosotros mismos,
aportando al mundo la imagen de lo que
queremos ser pero no llegamos, a falta de filtros de instagram y consultas
a wikipedia. Nuestro otro yo, pulido y mejorado, ocioso y ocurrente, con el
ángulo medido para ocultar la papada. Holograma frágil que se viene abajo lo
que dura un click, cuanto alguien te etiqueta en una foto atroz, ésa con un ojo
a medio cerrar y el otro con pupila laser, boca torcida y chepa notredama, ante
la que exclamas: dios mío, ¿yo soy así?
O cuando te baila una letra y culpas al móvil pero la falta queda ahí, como los
presuntos culpables, PARA SIEMPRE (*ambiguo periodo de tiempo en que tardas en
percatarte y editar). Y TODO EL MUNDO (*dos o tres de tus contactos conectados
en ese momento) sabrá que nunca aprendiste las normas de acentuación de los
hiatos, los hervir, servir y vivir, fragmentos de caos ortográfico que
ocupa espacio en tu cerebro, sin mayor finalidad que el spam de vientres planos
y alargadores de penes.
Vamos, que no vale
la pena.
A fin de cuentas, descubrir
que tu archienemiga se ha quedado calva o que tu ex está más gordo, greatest
hits de la malicia humana, universal e inevitable, no te la asegura nadie. Y de
ocurrir, estarás tan atragantado con los mil y un capítulos de felicidad previa,
cuidadosamente estudiados y, en ocasiones, dedicados. Voluntarios y sin
psicólogo. Una introducción demasiado larga para una satisfacción tan corta.
Echo de menos los
tiempos en que pasaba años sin saber de alguien, cuando las personas
desaparecían, permitiéndote fantasear sobre su dicha o su desgracia, sus
hipotéticas canas y sus teóricas bodas, ayudándote a olvidar y, por qué no,
continuar con tu vida. Esa ignorancia feliz de las pequeñas cosas. No te
decepcionas, porque no tienes avisos que te soplen la falta de sinceridad, la
demolición de la coherencia y la puñalada a bisturí, fina pero certera, que
sólo provoca una foto de facebook con sus convenientes etiquetados, notas al
pie y comentarios ratificantes. Ignoras las fiestas a las que no te invitan y
desconoces las alianzas que confabulan en tu contra. ¡Quiero un filtro para el
correo que me avise de los emails desestabilizantes!
Señores de google,
en estos tiempos en que nos personalizan los anuncios, háganlo también con la
información dolorosa, seguro que ya han recabado la suficiente para hacer un
pronóstico acertado de todo lo que queremos pero no necesitamos saber.