viernes, 18 de diciembre de 2015
martes, 3 de marzo de 2015
señor barnes, le quiero
Hay días en los que me
gustaría ser lo suficientemente rica como para poder comprarme todos los libros
de Julian Barnes de golpe. Luego lo pienso un poco mejor y me consuelo con la
idea de que la dosificación por economía alargará la experiencia dado que,
irremediablemente, llegará un momento en el que dejará de escribir, no por
falta de inspiración sino porque se morirá (doy por hecho que voy a
sobrevivirlo por pura estadística), ¿y a quién leeré entonces? No, reformulo:
¿a quién leeré entonces con tantas ganas? Podría pensar que lo que me ocurre
con Barnes ya me pasó con otros en el pasado y he ido obteniendo sustitutos (oh
infiel) de mejora exponencial, por lo que podría dejar abierta la puerta a la
esperanza peeeero, voy a cumplir treinta años.
Cumplir treinta está bien,
más cuando la mayoría te echa veinticinco y mejor cuando la única alternativa
es estar muerto. No obstante, hacerse mayor parece llevar adherido un menor
número de oportunidades para todo, incluida la capacidad de fascinarse fanáticamente
con escritores. Como si repetir la experiencia la desgastase o, para que no
suene tan mal, se refinase, haciéndonos más selectivos y menos impresionables.
La parte positiva es que se llega a algo de mayor calidad pero con su reverso insatisfactorio
por el que, de tanto filtro, hay menos lugar para la excelencia.
Supongo que ansiar un estado
más primigenio es como envidiar la felicidad de los tontos, que siempre me ha
parecido de poca admiración porque si hay algo que me agobia en esta vida es el
estarme perdiendo cosas por no tener la capacidad de admirarlas, entenderlas o,
directamente, por desconocer su existencia. Así que conformarse con menos no es
opción pero, ¿no habrá algún tipo de reseteo vital? Aunque sea cíclico...
Pensando en Barnes, con el amor pasa. Lo que su capacidad regenerante
viene envuelta en química y favorecida por nuestra incapacidad (y menos mal) de viajar en el tiempo para
contrastar hechos-sentimientos. Un libro da muchas satisfacciones pero no es equiparable.
martes, 9 de julio de 2013
cuento tonto de domingo desde un móvil en el mar
Y en realidad, ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿Rechazo? Un dolor
pasajero que, al menos, mutaría del ya existente que, si bien no podía
calificarse de sufrimiento, se le parecía bastante. Y habría un motivo, uno
perceptible que, al ser real, medible y analizable, ofrecía mejores curas.
Regodearse en la angustía de lo que podría ser nunca le había
gustado, cansada como estaba del tormento autoinfligido de los que sí querían
acercarse.
Pero hacerlo tangible ponía luz a aristas y pasajes que se habían acomodado a no existir, sin dejar de engordar por ello. Los miedos no nos dejan. Puede que las derrotas pasadas se diluyan y los testigos se alejen pero hay que practicar mucho para enterrarlas. Y nunca se le dio tan bien el autoengaño, consciente como era de cada pensamiento, con esa manía de reseñarlo todo, como si fuese a importarle a alguien alguna vez... aunque esperando, contradictoriamente, equivocarse.
Porque era posible, lo había vivido; eso sí, desde el otro lado, del que idolatra y quiere conocerlo todo para hacer suyos incluso los momentos donde no tuvo lugar. No por controlar, no por celos, creía en las distancias pero captada su atención, le costaba no hacerse una experta y estudiar cada fisura que, a más pequeña, más interesante. Lo que no cuentas suele ser lo más significativo. A nadie le gusta desvelarse completamente, no es seguro y es lo primero que aprendes y lo que más te prometes no volver a hacer, sin éxito, porque que alguien te conozca y hasta te prediga, es bonito o lo parece, desde el punto de vista de lo hipotético y las suposiciones; tampoco creía que fuese a pasarle ni aseguraba que pudiese gustarle. Ser "el que quiere más" le parecía el mejor de los lados, aun siendo el más frágil, porque mientras durase, habría significado algo; algo para ti, que es la única certeza posible en estos casos. No sería para siempre pero no tenerlo presente desde el principio lo hacía más llevadero. Más auténtico, tal vez.
Quizás por eso desechaba las evidencias y las declaraciones directas; quería ser la parte que embauca y no la que tiene que dejarse convencer: la ciega. O igual era simple sabotaje, optar por imposibles te convence de que lo has intentado y te deja en letra muy pequeña un "sabías que nunca sucedería". Esperaba no ser tan imbécil.
Lanzaba pequeñas pistas con el convencimiento de que, si debía ser, las descifraría. Igual no quería adivinarlo. Igual ya lo había hecho. La ausencia de respuestas podía ser una contestación en sí misma. Todo tenía cabida, por lo que era mejor no hacer nada. De momento.
Si todo tenía que morirse, esto no sería una excepción.
Pero hacerlo tangible ponía luz a aristas y pasajes que se habían acomodado a no existir, sin dejar de engordar por ello. Los miedos no nos dejan. Puede que las derrotas pasadas se diluyan y los testigos se alejen pero hay que practicar mucho para enterrarlas. Y nunca se le dio tan bien el autoengaño, consciente como era de cada pensamiento, con esa manía de reseñarlo todo, como si fuese a importarle a alguien alguna vez... aunque esperando, contradictoriamente, equivocarse.
Porque era posible, lo había vivido; eso sí, desde el otro lado, del que idolatra y quiere conocerlo todo para hacer suyos incluso los momentos donde no tuvo lugar. No por controlar, no por celos, creía en las distancias pero captada su atención, le costaba no hacerse una experta y estudiar cada fisura que, a más pequeña, más interesante. Lo que no cuentas suele ser lo más significativo. A nadie le gusta desvelarse completamente, no es seguro y es lo primero que aprendes y lo que más te prometes no volver a hacer, sin éxito, porque que alguien te conozca y hasta te prediga, es bonito o lo parece, desde el punto de vista de lo hipotético y las suposiciones; tampoco creía que fuese a pasarle ni aseguraba que pudiese gustarle. Ser "el que quiere más" le parecía el mejor de los lados, aun siendo el más frágil, porque mientras durase, habría significado algo; algo para ti, que es la única certeza posible en estos casos. No sería para siempre pero no tenerlo presente desde el principio lo hacía más llevadero. Más auténtico, tal vez.
Quizás por eso desechaba las evidencias y las declaraciones directas; quería ser la parte que embauca y no la que tiene que dejarse convencer: la ciega. O igual era simple sabotaje, optar por imposibles te convence de que lo has intentado y te deja en letra muy pequeña un "sabías que nunca sucedería". Esperaba no ser tan imbécil.
Lanzaba pequeñas pistas con el convencimiento de que, si debía ser, las descifraría. Igual no quería adivinarlo. Igual ya lo había hecho. La ausencia de respuestas podía ser una contestación en sí misma. Todo tenía cabida, por lo que era mejor no hacer nada. De momento.
Si todo tenía que morirse, esto no sería una excepción.
lunes, 18 de marzo de 2013
El amor en espacios pequeños…
… O el amor en Canarias. No
sé cómo será en otros mundos pero fantaseo con la idea de que los amantes
potenciales, más allá de estas islas, no comparten ningún nexo de unión con tus
familiares, vecinos, amigos o, peor aún, con tus amantes pasados y/o futuros.
Donde cada relación es un nuevo comienzo sin reencuentros fortuitos en bodas u
otras ocasiones de mayor atragantamiento. Ya dejamos un feo historial de
relaciones pasadas esparcido por nuestras webs-cadáveres que se reemplazan como
para, además, tener que encontrarlas en el mundo real, una y otra vez, como un
combinado de El día de la marmota y El diario de Patricia: sabes que ir es
una mala idea pero estás condenado a repetir apariciones.
Según la teoría de seis
grados de separación, cualquier persona del
planeta puede estar conectada a otra a través de una sucesión de conocidos que
no tiene más de cinco intermediarios. También se le llama número Bacon, en base al experimento que tomó a Kevin Bacon como
referencia para unirlo al resto de actores que aparecen en la base de datos de IMBD
(Internet Movie Data Base), donde se descubrió que el número de saltos no suele ser mayor de 6 ó 7 (entre
los más de 700.000 existentes). Uno se queda perplejo y ansioso, especialmente
al tantear las posibilidades de acercamiento con ídolos y celebridades, pues
todos llevamos un fan dentro con mayor o menor ansia de stalkeo. Hasta que te
detienes a pensar, haciendo un breve recorrido mental de tus conocidos y sus
conexiones, por verificar el estudio en un formato más de andar por casa y, te
indignas. ¿Seis grados de separación? ¡Aquí todos somos Kevin Bacon! Así, directamente.
Por eso tu nuevo novio resulta ser el primer amor de tu amiga de la infancia
(ahora recuperada por facebook), quien jura odiarte con el puño en alto
mientras tú te ves obligada a devolvérselo, imbuida por una especie reciprocidad absurda y porque, bueno, a ti nunca te regaló un
arcoíris coloreado con plastidecor.
Esta endogamia amorosa es
todo un drama, del primer mundo pero drama. Si a esto le sumamos el hecho de
que, ya de por sí, es difícil dar con gente interesante, se convierte en el
santo grial esperar que, además, se ajuste a tus gustos disconexos, curtidos en
años de ensoñaciones tipo: Que adore los gatos, que tenga barba, que no diga
que Rocky Horror Picture Show es una
mierda, que escriba bien, que le guste Sinatra y lo ponga en nuestro viaje por
carretera de tres meses persiguiendo atardeceres poéticos donde demuestre que
toda su profundidad y encanto no son una pose y que te quiere mal peinada y con
resaca, tanto como a su perro (aunque no más), porque es sensible sin ser cursi
y tiene talentos mil con los que obnubilarte e instruirte, respetando tu
espacio pero sin dejar de incluirte en sus planes, en un perfecto equilibrio que
queda confirmado por su voz de Eddie Vedder del 92. Respiro. Sí, seguramente no
exista pero aquí, además, sería tu primo.
domingo, 30 de diciembre de 2012
consecuencias del domingo
El orgullo, ¿sirve
para algo? ¿O es un bonito autoengaño con el que nos remendamos los idiotas? Me
engañó, me estafó, me atropelló con el coche y se llevó a mi perro pero cuando
me pidió volver, le dije que no, por orgullo. Porque, desdramatizando, el
orgullo es la consecuencia final de un gran desastre (o lo intangible que
arrebata) y, casi siempre, la gente que traga, termina ganando y el que da la
cara y se mantiene fiel a sus valores, se queda con expresión de tonto y con
todos sus valores, intactos y juntitos, para jugar. Solo pero eh, orgulloso.
¿Vale la pena?
El que se vende,
miente y traiciona seguramente tenga una casa más grande, un trabajo mejor y
una mujer más guapa. ¡Cosas materiales!
¡Ella no lo quiere!, dirá el coro de vocecillas orgullosas. Lo sé. Pero ser
honrado, coherente y cumplidor no te da ningún premio kármico, tu mujer se irá
con otro, tu jefe te puteará y tu integridad no te dejará cobrar por debajo de
la mesa. El siembra y recogerás vale
para los cuentos de navidad y para las películas en blanco y negro, ah, y para
el orgullo, el lamer de heridas de los desechos.
Tantos encierros
voluntarios, tantos enfrentamientos inservibles; tantas oportunidades y tantas
personas, denegadas, por fidelidad y por rendir cuentas con uno mismo… por
orgullo y para nada. He cambiado,
puedes decir. Cambiar se asocia con algo positivo, es la excusa perfecta, el
eufemismo enmascarador más fiable, porque se recubre de crecimiento y mundo
interior y no importa la medida, prima la libertad. Cambia cada día, cada hora,
está aceptado. Pero qué le vamos a hacer, en el fondo soy una subespecie romántica
que le ve las orejas al lobo, la peor combinación. Así que mejor que nadie me
haga caso aunque seguiré esperando, justamente, lo contrario.
sábado, 22 de diciembre de 2012
dependencia subliminal
Leo: Cuando cruzas la delgada línea que separa
Bridget Jones de Misery; cuando te pones una alarma que avise de los cambios
sentimentales en facebook; cuando sabes qué película ponen los sábados en
Divinity… ¡peligro! Es hora de pasar a la acción. Porque por dios, no vas a
quedarte soltera en plenas fiestas, inmersos como estamos en el renacer maya,
el fin del mundo de videntes-906 se celebra en pareja. Eso sí, como aconseja
Glamour, no raptes ni amordaces a tus citas pero tampoco esperes al señor
Darcy. Mi consejo: tirar por la senda de Carrie/Amelie, mostrarse dulces y
encantadoras y, si esto falla, matarlos a todos mediante un festival de
pirotecnia, que queda muy lucido y va a juego con el apocalipsis, tan en boga
esta temporada, super trendy.
Ten pareja, ten
pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja, ten pareja,
ten pareja, ¿te ha quedado claro? Nada podrá hacerte más feliz en esta vida.
Eso sí, como aparentemente, eres una mujer moderna con síndrome Carrie
Bradshow, debes seguir el eslogan de Desigual mientras tanto y tirarte a tujefe a la menor ocasión y hacer un trío con un buzo, un surfista y, si puedes,
añade un sireno. Libérate sin dejar de esperar a tu hombre. La cuestión es, no
quedarse sola nunca, JAMÁS. Porque no se
puede dar amor si no te quieres a ti mismo primero, es lo que debes soltar
a tu presa durante el café, para aparentar madurez e independencia pero sólo
eso, aparentar, nunca te desvíes de tu máxima: no quedarte sola. Y he dicho
café porque Glamour recomienda no beber en la primera cita: ¿Crees que el alcohol te ayudará a desinhibirte?
Quizá demasiado. Hablar más de la cuenta es sólo el principio: mencionar a tu
ex, revelar secretos lamentables… Puedes continuar haciendo añicos tu imagen y
quizás termines haciendo algo de lo que te arrepientas a la mañana siguiente.
Amigas de Glamour, si nuestra anónima muchacha va a comportarse así como
consecuencia de dos copas, no está preparada para tener una relación, tiene
mucho que resolver antes. Pero aquí no importa estar bien, importar simular estar
bien, ya se comerá tus problemas psicológicos tras la boda. Fachada, imagen,
una carcasa bonita camuflada por Dior. ¿Pensar? ¿Capacidad crítica? ¡Así nunca
conseguirás marido, ilusa desfasada! Mejor vete a la página 32 y estúdiate
“Cómo ser sexy hoy”, con especial énfasis en el “hoy” que hay que estar al día
en la sexicidad y el buenorrísmo, reciclaje continuo de lo efímero.
domingo, 9 de diciembre de 2012
el ciclo de la decepción
Cuando tenía 14
años decidí que mi hipotético novio me compondría una canción imperecedera y
atemporal que calaría en los corazones del mundo que se preguntaría obnubilado:
¿en quién pensaría? ¿para quién la compuso? Y la respuesta secreta sería: ¡yo!
A medida que pasaba
el tiempo, me conformé con que supiese tocar la guitarra y me dedicase una
canción compuesta por otro pero re-descubierta para mi, que terminó mutando a: mira, si me graba un cd personalizado será
el hombre de mi vida. Esperando, inicialmente, la dedicación de Rob en Alta fidelidad y terminando, solamente,
por desear que no incluyese aquella canción que era “su canción” con su
anterior novia.
Lo malo del ciclo
de la decepción es que, como ya sabía Disney, es un ciclo siiiin fiiiiiiiiiin,
que lo envuelve tooodoooooooo. Haciendo especial hincapié en el “sin fin”,
hecho clave que consigue que, reducidas todas tus expectativas románticas, se produzca
un fenómeno insignificante (léase: te
paso un link de youtube) que reinicie desde ese extremo enfangado que es tu
miseria personal, el ciclo de la decepción. De este modo, mañana será un mp3 en
el correo, pasado una lista de spotify y, un tiempo sin estimar más tarde,
vuelves a necesitar un concierto masivo con fans que deseen ser tú. Como quise
ser Beth en el unplugged de Pearl Jam, apropiándome del we belong together que le cantaba Eddie Vedder.
Pero el ciclo de la
decepción, aunque infinito, supone un desgaste, como con cada división celular se
producen pérdidas; acortamiento de telómeros dirían las personas cultas,
destino decadente es con lo que me quedo yo. Porque si hay senescencia celular,
hay muerte programada de las ilusiones, interrumpida por algunos interludios,
sí, pero éstos suelen valer menos que el deterioro, quizás porque el dolor
tiene más facilidad de arraigo y como estado comatoso que es, cuesta más salir
de él. Y mucho peor, te acostumbras. Pero a lo bueno también, por eso deja de
ser bueno y se convierte en superable.
¿Cuántas de estas
réplicas puede soportar una persona en su vida hasta sentirse muerto, hasta ya
no querer volver a empezar nada?
domingo, 25 de noviembre de 2012
tutorial: un hombre de verdad y no mario vaquerizo
La rebeca, además
de nombre de pérfida mujer, nos protege del frío a jóvenes y abuelas, acortando
distancias entre generaciones. Si vas de retro-moderna-vintage o te crees una
mori girl de los bosques, más.
Moraleja: Las rebecas rompen vidas, rechazadlas, sed
hombres de provecho.
Pidiendo a gritos la paliza de un corro de niñas scout |
Que Kurt Cobain se
pusiera una, valía. En un unplugged con velas y aura de voy a suicidarme, era coherente. Pero en un hombre, de los que
esperas que te abran los tarros de mermelada, JAMÁS. Así seas un espartano de
voz gutural y lo complementes con curtidos y engrasados abdominales al aire. ¡No
importa! Con una rebequita tendrás aspecto de gatito-bebé incapaz de sacar las uñas. E igual es su meta, caballero, en cuyo caso no siga
leyendo.
Tampoco hace falta
ser Humphrey Bogart: impertérrito e inescrutable. De los que entierran a su
perro sin soltar una lágrima y lo superan con whisky, tabaco y una mujer a la
que no darán explicaciones:
-Cuéntame lo de tu perro, Humphrey.
-No -contestará él. Y no habrá más disputa. Es Bogart.
-Cuéntame lo de tu perro, Humphrey.
-No -contestará él. Y no habrá más disputa. Es Bogart.
Qué dónde está el
punto medio, te preguntas. Acotemos distancias con un sencillo ejemplo:
-Entre Bogart en Casablanca y Hugh Jackman en Scoop: te quedas corto.
-Entre Hugh Jackman
en Scoop y Hugh Jackman en Australia: eres el hombre perfecto.
-Entre Hugh Jackman
en Australia y Hugh Jackman en Kate & Leopold: te pasaste. Tómate
una copa en las sombras y sigue intentándolo.
péplum-lámpara-kardashian |
Hombres del mundo, ¡no
las uséis! A menos que sea para asomaros al porche que no tenéis y contemplar
la puesta de sol de vuestro último día en la tierra, por el capricho de dejar un
cadáver indigno. No hagáis caso a las revistas, a nosotras ya nos cuelan
mierdas como pantalones cortos que asoman el forro de los bolsillos o el
péplum, esas camisetas con faldón incorporado que sólo favorecen si no te has
desarrollado con formas de mujer. Es decir, si eres un niño desnutrido de 7 años.
¡Vosotros aún podéis escapar!
Anteponed una
hipotermia, solemne y masculina, a dudas del estilo: ¿Puedo ponerme la rebeca con pantalón corto? ¿Abierta o cerrada? En verano no es nada estético ir con la rebeca cerrada, sobre todo por temas de salud y calor. ¿De verdad queréis
sentir insultada vuestra inteligencia de ese modo?
Pensad en el
teorema de Ethan Hawke:
Ethan Hawke iba con
chupa de cuero en Antes del amanecer,
donde resultaba abiertamente gilipollas con todo aquel discursito trascendental
de profundidad ensayada pero eh, no llevaba rebeca, lo que te permitía
perpetrar ensoñaciones compartidas con la francesita en el tren.
Ethan Hawke llevaba
chaqueta, de pie sobre aquel pupitre oh-capitán-mi-capitán
y recitaba poemas, circunscribiendo la delicada frontera entre una sensibilidad
atrayente y la endeblez anti-erótica que delimita, justamente, la ausencia de
rebeca.
Ethan Hawke hace un
truño como Sinister y, no conforme
con eso, se planta una rebeca de punto grueso, de esas que tejen las abuelas y
te pones por compromiso cuando vienen a verte. Justo ésa. Y no se la quita en toda la
película. Entiendo que se hace mayor, tiene facturas que pagar y otros sueños
de grandeza pero, ¡no destroces un mito adolescente, Ethan Hawke! Yo busqué tu
nombre en los créditos de aquel cine. Piensa: Colmillo blanco, El club de los
poetas muertos, Reality bites, ¡Gattaca! Todas sin rebeca, ni casa encantada, ni
niños muertos.
-Quiero el divorcio.
-¿Es por mi rebeca?
-Ethan, yo llevo una camisetita de verano y
tengo un aspecto saludable. Tú pareces un cadáver y llevas una rebeca con
coderas... ¡todo el tiempo!
-Tengo frío.
-¿Frente a la hoguera también?
-Sí... ¿quieres un poema?
-Que te den, Ethan.
-Bruadsrrebrhjbgbuu
domingo, 18 de noviembre de 2012
retro amor y sugestión a la esquizofrenia
Antiguamente,
cuando alguien te gustaba o creías que gustaba, porque sólo os habías cruzado una
vez en, no sé, el baile del estampado, lo cual era suficiente en una sociedad
con tiempo y predisposición a la fascinación; donde un tobillo era obsceno y el
baile del estampado, repito, el evento del siglo (y tu abuela va a revivirlo en
consecuencia). Una época donde había una estrategia, sin pérdidas, consistente
en acercarte a la carabina de turno, con pose de buen muchacho y expresión de
confianza que, con años de práctica, no requería necesariamente ser buen
muchacho ni de confianza. De acuerdo, la carabina o, generalmente, la tía
soltera, era un obstáculo importante, curtida en años de amargura por no haber
alcanzado lo que se esperaba de ella (casarse, de blanco y por la iglesia), podía
tomar represalias para sectarizar sobrinas y asegurarse compañía en el futuro pero
eh, un intermediario amortiguaba la sensación de rechazo. No es ella, es su malvada tía Eufrasia; aún puedo luchar por su amor.
Normalmente no había lucha, ni prueba, ni nada, porque nuestros abuelos también
eran dispersos, así como Romeo se olvidó de Rosalina por encontrar un 0,2% más
receptiva a Julieta.
Pero era bonito,
pedirle bailar, pañuelo en mano para que la traspiración del inusual roce no
restase romanticismo al momento: te suda
la mano, querido, a borbotones. Todo estaba previsto para relatar, debidamente,
la historia a los nietos. ¿Qué contaré yo a los míos, en cambio? Y cuando digo
nietos, digo gatos (o gatos robot).
Por mi parte,
padezco un desfase considerable en esto del cortejo, con una importante divergencia
de velocidades, focalizado en la planificación: fases, fases y más fases. Avances
imperceptibles y mucho de creación propia, fantasía que empieza por pequeños retoques
y termina escenificando Lo que el viento
se llevó que, claro, en contraste con la realidad, termina siendo
forzosamente decepcionante.
A falta de
carabinas que medien por nosotros, tenemos internet. Si es descuidado, puedes
descubrir si tiene intereses sexuales extraños, como lamer sobacos mientras
mira puentes; o a su alter ego de los foros, furioso y bronquista. También
puedes analizar sus listas de spotify y buscar el patrón recurrente de exnovias,
recorriendo todas las fotos a las que tienes acceso. Todo bastante psicópata
pero oye, mejor que la tronada seas tú y no él.
Y luego está
instagram, ah instagram. Ese diario de comidas, mascotas y autorretratos de
baño y probador. Un consejo, hacerle un te
gusta a sus fotos, aunque se realice mediante un corazón enorme que
parpadea en pantalla, cual declaración natural de TE AMARÉ POR SIEMPRE, no
funciona. ¿Por qué? Porque a diferencia de nuestros abuelos, no tenemos un
protocolo de conquistas. Así, si te pisa repetidamente en un bar o te echa una
copa por encima, significa que te quiere, aunque parezca lo contrario. Es más,
si hace como que no le importas, también te quiere. O realmente es que no le
importas pero cómo vas a saberlo tú, en un mundo que hace un uso indiscriminado
de corazones y donde reina la satisfacción inmediata de usar y tirar. Tampoco
pretendo que Jude Law me cuele una foto suya en un libro, en modo postmortem-granulado-sepia, y que eso lo haga esperarme 4 años, con guerra e
insinuaciones de Natalie Portman de por medio, no. Sé que el Jude Law actual se
parece más al Daniel Wool de Closer, que se encapricha de Julia Roberts y no
sabe lo que quiere, obligándonos a nosotras, pequeñas Alices de la vida, a rehacerlo
todo; sólo que sin cámaras lentas, ni Damien Rice que nos ambiente, por las calles
de nuestro barrio en lugar de la Quinta Avenida y tirando de mp3, con el kinki
aleatorio como único fan que se volteé a mirarnos.
Moraleja: Ignoremos
la realidad, viva la esquizofrenia autoinducida.
martes, 13 de noviembre de 2012
12 pasos para una juventud sin futuro (ó 6, que hay que hacer recortes)
No tener a nadie
que te ate viene muy bien para emigrar. Tienes menos reprimendas si te sale
mal: ¿te has convencido de que yo tenía razón? ¿Quién? ¿Hola? La nada se quedó (decía Iván Ferreiro), que es lo que pasa cuando te vas, ¿qué otra
cosa iba a haber si no? Ni amante que te cante, al que romperle el corazón: Now that I've lost everything to you, you say you wanna start something new, mala perra. Nos acercamos más a Nino Bravo, aunque
no dejamos la tierra por nadie y nos falta la flor, el beso ya es más
mendigable, que todos tenemos una madre. Y con ligero equipaje (otra de las
ventajas de no tener patrimonio), nos preguntamos: ¿Más allá del mar habrá un lugar? ¡Di Nemo, di! No pido que sea uno
donde el sol brille más o sí, que lo haga metafóricamente y que aliente, literalmente.
Porque cuando haces
una copia de la copia de otra copia de la copia primigenia, el resultado es una
cosa negra y sin resolución que, por muchas vueltas que le des (en vertical, horizontal,
de cerca, lejos o bizqueando los ojos), el resultado inalterable es un
jeroglífico de oftalmólogo. Tu vida, amigo mío, ESO es tu vida. Tranquilo, aún
puedes desintoxicarte e iniciar el programa de los 12 pasos, que no es
propiedad exclusiva de alcohólicos, neuróticos o codependientes, no, no. Cuando
creías que tus pequeñas taras eran disimulables, llega la situación y te
desborda: sin independencia, sin trabajo, sin futuro. O dicho de otra forma: eres
codependiente de tus padres, a una edad que no corresponde y con todo lo que
conlleva, desatando la neurosis que sólo esas cañas a 1€ (50 céntimos si
alargas en finde hasta el lunes), lo hacen soportable. Y voilá, 3x1, ¡ya es
usted un caso clínico! Que no se diga que la clase política no hace
aportaciones al pueblo; los bancos no sólo roban, niño desagradecido.
Empecemos, pues:
-Admitir que
tenemos un problema.
Admitido.
-Inventario moral
de nosotros mismos. También conocido por: ¿qué he hecho
yo para merecer esto? Bien, recapitulemos: fui al colegio, luego al instituto y
a la escuela de idiomas, hice la selectividad, estudié una carrera y terminé en
el tiempo estimado. Intenté trabajar de lo mío sin éxito; intenté trabajar de
cualquier otra cosa con idénticos resultados. Así que seguí estudiando y… hasta
hoy. ¿Y el futuro? ¿Qué será, será? ¿Más paro, tal vez? ¿O precariedad laboral,
quizás?
-Admitir la
naturaleza exacta de nuestras faltas. Siento mucho no haber nacido rica,
heredera de imperios, primogénita de dictadores o asesora de toros, flamenco y semana santa. Arrepentida estoy.
-Eliminar estos
defectos de nuestros caracteres. Es decir, jugar
euromillones, invadir países y/o prostituir valores. Mañana, de verdad, mañana lunes
empiezo.
-Hacer una lista de
las personas que hayamos podido ofender con nuestra actitud y reparar el daño.
Hitler, Rajoy, Montoro, Ted Bundy, Wert, la señora Báñez, el FMI... ¿en serio
tengo que nombrarlos a todos? Me voy a dejar una pasta en sellos… y las
sesiones de espiritismo se salen de mi presupuesto. Maldita sea, hasta los 12
pasos me suponen vivir por encima de mis
posibilidades.
-Habiendo obtenido
un despertar espiritual como resultado de estos pasos, trataremos de propagar
el mensaje.
Preparaos desempleados sobrecapacitados, con o sin
experiencia, sin ingresos, con idiomas y títulos varios, ¡voy a convertiros!
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