Cuando se
estrenó Girls en 2012, los referentes
femeninos rompedores eran mucho más escasos en televisión, de ahí que su
llegada trajera tanto revuelo. Cada capítulo −ideado por Lena Dunham y Jenni
Konner− precedía el escándalo, ya fuera por los desnudos de Dunham o por la
crudeza de las relaciones que se mostraban en la serie. Ambas tenían un
elemento común: carecer de todo artificio. Lena, por medio de Hannah Horvath, encarnaba
un tipo de cuerpo habitual entre el común de los mortales pero que, al mismo
tiempo, había sido desterrado de la pantalla. La supresión sistemática de los
medios fue lo que hizo olvidar que, efectivamente, existían mujeres como ésa. Las
escenas que mostraban a una Hannah con sobrepeso y diminutos pechos, sorprendían
o incomodaban, acostumbrados como estamos al Photoshop y el bisturí. Iba siendo
hora de reprogramar los parámetros de la normalidad o, cuanto menos, de la
diversidad.
Aceptar el
cuerpo de Dunham fue trasgresor, especialmente porque partía de un punto donde esa
“imperfección” parecía no tener importancia. Nos llamaba la atención a nosotros
pero su personaje no estaba pendiente de ello, lo que aumentaba la confusión.
Para la actriz, sus desnudos no tienen nada de revolucionario, son naturales,
por más que el mundo insista en preguntarse por qué una chica como ésa cree
necesario exhibirse así.
Lo irónico,
es que vivimos en una sociedad hipersexualizada, donde hasta un anuncio de
lentillas adquiere un trasfondo erótico, y nos parece bien. Nos bombardean con
cuerpos ilusorios y una insinuación constante pero lo aceptamos porque nos hace
aspirar a un imposible, el fin último de la industria: señalar nuestro
desencanto y proponer parches de satisfacción de duración limitada. Un falso
bienestar que pueda reemplazarse en el acto, anestesiando la existencia. La rueda
amenaza con no pararse hasta que ocurren situaciones como las de Dunham, que
nos sacuden y nos hacen poner un poco de perspectiva.
No es que Lena
tenga intención de salvar a nadie pero pese a no existir premeditación, su
serie ha ayudado a detener la inercia, obligándonos a reflexionar sobre el
estado de las cosas.
No es Sexo en Nueva York
La manía
actual de etiquetarlo todo y ofrecer así un consumo guiado al espectador, hizo
que muchos medios calificasen la serie de “la nueva Sexo en Nueva York”. Sus
protagonistas eran mujeres y la trama se desarrollaba entre Brooklyn y
Manhattan pero salvo esas coincidencias, poco más podía extrapolarse de una a
otra.
El enfoque de
Girls es mucho menos privilegiado,
pues no se trata de profesionales de éxito que viven a todo tren y acuden a la
inauguración de los locales de moda, sino que se centra en una generación más
joven. Ésa que acaba de terminar la carrera pero que sigue sin superar la
categoría de becario, a la que todavía ayudan sus padres y cuya personalidad
parece muy marcada pero en realidad continúa en proceso de asentarse.
También hay
sexo, cierto, pero no se reviste de comedia para hacerlo más tolerable. Nada
coreografiado, las escenas suceden a tiempo real, incluyendo la torpeza, los silencios
incómodos y hasta el parón necesario para ponerse el preservativo. No están
envueltas de misticismo ni trascendencia, sino que ocurren motivadas por
sentimientos más mundanos, como el aburrimiento o la soledad. Las relaciones
sexuales −aunque explícitas− no resultan gratuitas, sino que pueden ser vistas
como una radiografía del personaje. Es posible descubrir sus conflictos internos,
leyendo la forma y el fondo de los encuentros, pues no dejan de ser un reflejo
de la situación vital de los protagonistas.
¿Sexo incómodo o violación?
La crudeza
del sexo en la serie, sabiendo además que nace del imaginario femenino, ha sido
uno de los puntos más polémicos. Una parte del público respiró aliviada al ver
como el tema tabú por antonomasia, bajaba a tierra y mostraba el afecto pero
también las miserias: la frustración que muchas veces conlleva, el uso
equivocado o las expectativas que fracasan. Toda una gama de emociones narradas
sin ornamento, en una aproximación al mundo real.
Las cuatro
protagonistas pueden pecar de exageradas pero con ello se logra enfatizar la
comedia. Al igual que Woody Allen consigue que la inseguridad y la neurosis de
sus personajes nos saquen una sonrisa, a su modo, Dunham hace lo mismo con sus “chicas”
y el resto de personajes que, además, se han permitido evolucionar a lo largo
de los años.
Es el caso de
Adam, interpretado por Adam Driver, un personaje controvertido con el que el
público ha podido experimentar sentimientos contrapuestos en las distintas
temporadas. Uno de los momentos más comentados y que dio pie a un debate
relacionado con la violación, estuvo encarnado por Driver. El actor, llegó a
recibir amenazas y comentarios de odio a raíz de una escena de la segunda
temporada, donde se muestra un acto sexual bastante tenso entre él y su novia Natalia
(Shiri Appleby). El momento despertó muchas opiniones encontradas pues jugaba
con los límites: ¿era una violación o sólo una mala experiencia?
Para algunos,
aquel momento era la prueba de cómo las fantasías pueden venirse abajo una vez
traspasan los límites de la imaginación; para otros, muestra el autosabotaje en
el que vive inmerso Adam. Mientras Natalia, la otra involucrada, expresaba claramente
su disgusto. Esto sugería que lo que acabábamos de presenciar se correspondía
con la llamada “violación gris”. Un término problemático porque viene a añadir
gradientes a una situación de abuso. Sucede cuando el consentimiento no es
claro o tiene lugar después de muchas presiones, dejando a la persona con una
sensación de malestar. Pero al no haber sido tan violenta como podría, la
víctima tiende a justificar el hecho o a restarle importancia.
Para Lena, la
escena responde a “una terrible falta de
comunicación entre dos personas que no saben lo que quieren”. Chris O’Dowd,
actor de Girls, diría al respecto: “Lo que me gusta de esta serie es que es
honesta, así que, si estas cosas suceden, ¿por qué no rodarlas?”.
Ciertamente, sacar a la luz situaciones comunes −más de lo que nos gustaría−
pero generalmente silenciadas, puede ser una ayuda importante a largo plazo, ya
que generan debate, en lugar de ocultación y vergüenza.
Adiós definitivo
La serie se
despide este 2017 con el estreno de su sexta temporada el 12 de febrero. El
teaser oficial de HBO muestra a Hannah quejándose a Elijah de no haber
conseguido dejar su marca en la ciudad. “Al
menos has hecho grandes amistades”, le responde éste, para luego acabar
estallando juntos en una gran carcajada irónica.
Diez
episodios pondrán punto y final a las historias de Marnie, Shosh y Jessa, pero
habrá que esperar a febrero para conocer el desenlace.
Girls ha acumulado numerosas nominaciones y
ha ganado varios Emmy y dos Globos de Oro. Aunque su creadora y estrella, Lena
Dunham ha anunciado el adiós definitivo de la serie, promete seguir
diversificando su talento en libros y nuevos proyectos. De hecho, ya existe un
piloto de su última serie titulada Max.
La historia se centrará en el feminismo de los años sesenta y tendrá como
protagonista a la actriz Lisa Joyce.
Lena se
muestra orgullosa de la experiencia creativa que ha supuesto Girls pero considera que ha llegado el
momento de dejarla marchar, prefiriendo apostar por el modelo británico de no
alargar la serie más allá de su fecha de caducidad: “Concebí Girls cuando tenía 23 años y ahora tengo
treinta −el programa ha abarcado perfectamente mis 20 años, el período de
tiempo del que trata−, por lo que parece el momento adecuado para cerrar la
historia”.
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